Nada de lo que estuve escribiendo en estos días puede ser publicado, pienso. Nada.
Y eso que escribí, eh. Escribí como si mi vida, como si lo necesitara para respirar, leí por ahí, como si mi muerte, como si no. Como si sí.
Escribí muchísimo y nada sirve. 

Está esta cosa de ser leída, viste, vos, que me leés.
Estás. Sé que estás.
Yo te creo de crear.
Yo te destino en sus distintas significaciones.

No se puede escribir en paz, che.
Escribir sin ser leída. Ser leída sin haber escrito nada (aunque eso ya sucede). 

Pienso en Idea. En que me miraría por arriba. Y en Alfonsina, demasiado ida como para interesarse. En Victoria que me diría escribí nena escribí. Hay que publicar nena, la revista sur. Así me imagino a Ocampo, ¿y qué? Debatiendo con Borges a los gritos, y sí. Escribiendo como si su vida, como si todos dependieran de ella, que lo hacían.

Y casi veo a Julio observandome desde una esquina con una ventana abierta, fumándose un pucho. Con su gata en las piernas. 
¿Escribir sin ser leída?  Y lo escucho sonreír.

Walsh estaría furiosa. Tantas metáforas para nada, me diría. Para que vos no quieras aparecer, ahora que se puede, ahora que el tiempo es otro. El mundo del revés y vos en el miedo. Me dice. Y Alfonsina desde algún lugar, levanta la cabeza. 

Pero no, pienso.
Sé.
Nada de lo que estuve escribiendo estos días puede ser publicado. 

Inés me entiende.