Un día tuve la oportunidad de conocer a la mujer más bella que mi ojos hallan visto.
Ella era tan joven y rozagante. Que ante su sola presencia me sentía insignificante. Mi timidez era grande, pero mi impulso más fuerte.
Le hablé. Nos hablamos. De un café a otro, los días juntas pasamos y como dos locas nos enamoramos.
Nuestro amor creció cada día. Que no nos importó que tacharan lo nuestro de rebeldía. Amor es lo que ella me daba, lo único que realmente me importaba.
Amor es amor, aunque su familia no me aceptara. Amor es amor, que nos casamos aunque pocos nos apoyaran.
Despertar a su lado me llenaba de regocijo. Adorar su belleza, adorar su espíritu, se había vuelto mi nuevo vicio.
Mi esposa era dueña de la sonrisa más dulce, su abrazo me hacía sentir dichosa. Su manera de ser irradiaba calma, era mí placer más profundo verla dormir en mí cama.
Una mañana, supe enseguida que algo andaba mal, cuando desperté y la vi a mi lado tan fría como el hielo, de sus ojos se había borrado el brillo del azul cielo.
Su cálido corazón había dejado de latir. Aunque gritara su nombre, sacudiera su cuerpo, no respondía. Entonces entendí que había llegado la hora de su partida.
Bastó ese segundo, para ver toda nuestra historia desvanecerse en mis manos. El mundo a mis pies se derrumbó, mí musa, mí amada, en mis brazos se apagó.
No tengo consuelo, jamás podré superar su apresurada despedida. «Amor mío, ¿porqué te has ido dejándome el alma herida… Dejando la promesa de envejecer juntas vacía?»
Mil lágrimas derramo por promesas deshechas, ilusiones rotas. Pero sobre todo, por el dulce tormento de seguir amándola… amándola, quizás por toda la vida.
Me siento tan sola sin ella, me hace falta su calor, su mirada cautivante, su cabello oscuro radiante. Me hace falta besar sus dulces labios, acariciar sus mejillas, la necesito aquí conmigo. Mi cuerpo anhela su cuerpo! Ya no soporta este vacío aquí dentro!
Cuánto te extraño.
Siempre estarás presente en mí, estaré abrazada a ti, hasta que cálidos rayos de sol me despierten con su resplandor.
Estarás presente cuando te evoque con la pluma y el papel. Te convertiré en poema, te haré de rimas, te vestiré de prosa, te daré la vida eterna mí amada esposa, si te transformo en poesía.
Será una nueva manera de estar juntas, aunque suene a fantasía.
Y aunque jamás volveré a verte, aunque jamás volveré a tocarte, nunca dejaré de amarte. Pero me basta haber conocido tu sonrisa para seguir adelante…
Existirás en mis sueños, vivirás plasmada entre las líneas de mí arte, una extensión de tu alma irá en cada trazo que escriba. Como ofrenda a tu amor, ese amor que nunca se olvida.
El mundo entero nuestra historia de amor, poema a poema, leerá. El mundo entero nuestra historia de amor conocerá.