Secuelas del ASI: TCA como método de protección.

Secuelas del ASI: TCA como método de protección.

Mi experiencia con los TCA

 Como tal, no obtuve un diagnóstico ya que nunca tuve un problema que alguien viera como «grave» que requiera hospitalización.

 Mucho tiempo después, mucho tiempo en el que me hundía por otras cosas, otros miedos. Este en particular se estaba yendo ya que abandonaba toda esperanza por querer «encajar» para directamente desaparecer… Mi problema pasó de estar en mi plato a trasladarse más allá, mis problemas empezaron a dispararse, que me olvidé del TCA porque estábamos más concentrados en frenar los impulsos autodestructivos y suicidas.

 No fue hasta que hace poco más de un año, que cambié mi alimentación a una dieta basada en plantas, que por primera vez visité el consultorio de una nutricionista.

 Fui en búsqueda de un dieta saludable, y termine descubriendo mucho sobre mis malas conductas alimentarias.

 Aprendi algo muy importante: El como un diagnóstico puede ser un privilegio, ya que para obtenerlo se necesita muchas veces de un ojo externo, un ojo observador. Un alguien que note que no estás comiendo suficiente o directamente no estás comiendo.

 Entendí que mi peso era muy bajo para mi altura, que menos de mil calorías por día era un error. Entendi que durante años no supe cuidar mi cuerpo y seguía cometiendo errores, a pesar del dolor, a pesar del hambre. Porque todos en mi solo veían una cosa: Estaba flaca, se me marcaba la cintura, las clavículas… se me empezaban a notar las costillas. Todo eso era atractivo, les parecía saludable, y alimentaban en mí mis malos hábitos, a mi yo destructora, a mi yo pequeña que deseaba encajar y deseaba con todo el alma el amor de los demás.

 Alimentaban con halagos mi falta de amor propio, alimentaban con halagos como podía aguantar sin comer. Se me felicitaba abiertamente por mantener el régimen y el «autocontrol», por tener una figura supuestamente esbelta.

 Que error tan común y tan violento es pensar que los cuerpos flacos son los más sanos cuando en mi menor peso que rondaba en menos de 50 kilos para una altura de un metro sesenta y pico, era cuando más enferma estaba, cuando mi única comida al día era mate amargo y tal vez una sola galleta.

 Corría el año 2019, había logrado entrar a la universidad tecnológica nacional, cursaba ingeniería mecánica. Conocí un nuevo método de bajar calorías. Estudiar como mi mejor excusa para no comer. «Hoy no voy a comer, estoy estudiando para los parciales…» evitar el contacto con otras personas, reuniones familiares donde sabia que la comida sería abundante bajo el halo de «tengo que estudiar» el famoso «ya comí». Encerrarme en la habitación a solas, donde mi cabeza se distraía con derivadas e integrales, para ocultar el ruido de mi vientre vacío.

 Sentía tristeza, sentía que me iba a desmayar. Corrían los meses, me aguantaba las ganas de llorar, lloraba a escondidas cuando nadie me podía ver.

 Aprendí a llorar sin hacer ruido, a sonreír a pesar del sufrimiento. A callar cuando me preguntaban si quería más, a elegir por encima de mi salud mental y física algo tan superficial como lo era la belleza.

 Cuando hablé por primera vez sobre esto con mi nutricionista me dijo una frase que me quedó para siempre «El hecho de no tener un diagnóstico no significa que no lo hayas tenido» No todos tienen la posibilidad de atender  su salud, de reconocer que estaban haciendo mal… haciéndose mal.

 Algo muy curioso de los TCA es como la mente puede llegar a distorsionar tu imagen, como la mente puede protegerte de un dolor interno con otro externo. Sentir hambre me hacía olvidar que había sido abusada sexualmente, me hacía olvidar el dolor de haber sido abandonada. Me hacía olvidar que toda la vida había sido víctima del bullyng. La mente me distraía de todo, y me hacía creer que estábamos en el camino correcto.

 Mi mente se alimentaba de belleza, se alimentaba de la amabilidad y cordialidad de los que ahora me veían atractiva. Le gustaba sentirse aceptada, amada… que difícilmente podría pensar que eso estaba mal. Cuando en realidad, todo estaba mal, todo en mi vida estaba yendo mal. Que toda felicidad se redujo a ver como bajaban los números en la balanza.

 Creo que nunca pude concebir la idea de hacer ejercicio o anotarme a un gimnasio sin pensar solamente en como me ayudaría a seguir viendo bajar los números de la báscula.

 En como podía gastar las pocas calorías que comía en el día, en como me sentía satisfecha al dejar en 0 las calorías consumidas si le restabamos las dos horas de ejercicio diarios.

 Recuerdo tener 15 años, y tomar té con media cucharada de azúcar y una sola galleta de agua con una delgada línea de queso en todo el día. Recuerdo haber tenido estreñimiento desde siempre, en tenerle miedo a un poco de aceite. A elegir siempre «la opción saludable» del menú.

 Recuerdo que a veces no menstruaba durante tres o más meses, y como no practicaba las relaciones sexuales en ese tiempo, no era algo alarmante para mi ya que no había posibilidad de estar embarazada.

 Habían pasado apenas unos 20 días después de cumplir 15 años, cuando ocurrió mi último intento de abuso sexual, el que despertó en mí los principios del TCA. En como una noche me manosearon por debajo del sostén. Mi abusador de la infancia me dijo «¿ Querés que inventemos con tus tetas?»

 No sabía que era más hipócrita: que me estuviera pidiendo «permiso» cuando ya tenía su mano en mi cuerpo cuando desperté. El hecho de que se haya excusado por haber tomado alcohol cuando obviamente me enojé y negué, o el hecho de que nunca me preguntó que era lo que yo quería cuando era niña. Solo tomaba lo que quería y se iba, aún sabiendo que yo no lo quería. Aún sabiendo que yo era una niña que ni siquiera entendía lo que hacía.

 Escuché por ahí, leí en foros de internet, en como bajar de peso podía disminuir el tamaño de los senos ya que su composición era en su mayoría de grasa.

 Tenía 15 años cuando me decidía a bajar de peso. A odiar mi desarrollo, a  odiar mis tetas. Empecé a odiar cada parte de mi, a querer reducirme en todo sentido, hacerme pequeña, muy muy pequeña, no ocupar ningún tipo de espacio.

 Aprendi de ese momento y en los años que siguieron a como odiarme y morir día a día por un poco de amor, un poco de aceptación. Un poco de reafirmación, un algo, un algo que me convenciera de que la vida sea algo más que una mierda.

 El inicio del fin, ese momento marcó un antes y un después en mi vida. Y fue reforzado por comentarios mal intencionados sobre mi cuerpo, afianzados por las propias inseguridades de las personas que se suponen son mi familia. Comentarios de la índole «se te notan los rollos con ese top, ese pantalón te marca toda la panza…»

 Pesaba alrededor de sesenta kilos en 2015 para el 2019 ya pesaba menos de cincuenta.

 Tuve que caer en un pozo depresivo para salvarme del TCA, tuve que caer en un pozo depresivo para olvidarme de contar las calorías. Que calorias iba a contar si me decidía a estar todo el tiempo en la cama sin comer, sin bañarme, sin hacer nada. Solo abandonando mi cuerpo en la cama.

 Hice muchas cosas con tal de bajar de peso, cosas de las que no estoy para nada orgullosa, y en honor a la verdad, esta historia, mi historia. La cuento porque desearía que más gente hable de esto, como sociedad se hable de esto, porque así como yo, hay otras pasando por lo mismo, incluso peor.

 Yo me detuve a tiempo, otras no tienen tanta suerte. Si yo cuento esto es con la esperanza de acompañar quizás a alguien que busca en foros de intenet a alguien que se sienta igual que ella. Así como yo lo hacía… Y solo encontraba en Facebook la imagen de mujeres perfectas, en Instagram las fotos del «cuerpo perfecto» la figura del «reloj de arena» como objetivo… los blogs dando consejos, en YouTube los retos de «operación bikini» y perdida de peso. Los blogs de Ana y Mía que tanto daño causa y causaron. La perfección más allá de cualquier otra cosa, la perfección como objetivo y única meta.

 Recuerdo estar tan sola, y ser acompañada por esa toxicidad. Recuerdo sentir la ambición por primera vez. La envidia por primera vez… La envidia de ser esa chica perfecta de tapa de revista. La envidia de esos cuerpos de modelo, a la que todo el mundo ama y desea ser como ella. La de sonrisa angelical, la que parece tener una vida perfecta.

 Recuerdo entregar el alma por un cuerpo ideal que no existe. A una perfección que no era humanamente posible.

 Lo deshumanizante que era sentirme vacía y llenarme solo de elogios externos cuando lo único que realmente importaba era amarme porque ya había sufrido bastante.

 No sé si voy a llegar algún día a aceptarme por completo, pero ya no quiero esconderme a comer un bollito de pan y luego intentar vomitarlo. A llorar porque tenía hambre, a no dormir por hambre. Tener pesadillas por no comer, pesadillas con comida. Soñar que comía, ya no saber que era disfrutar de mi platillo favorito. Ver el plato como el enemigo.

 A veces me enoja haber sido tan mala conmigo, porque una vez fui una niña que le faltó la comida, no merecía hacerle eso a esa niña, ni enseñarle a odiar a la adolescente que estaba creciendo.

 Perdón por hacerles tanto daño. No sabía que hacer, no sabía que otra cosa hacer. Yo solo quería ser aceptada, solo quería que por fin alguien me amara. Yo quería que alguien por dentro viera cuanto mal había, lo mucho que se moría por salir. Perdón por ser tan perfeccionista y hacer cosas horribles en nombre de la belleza. Perdón por mirarme al espejo y decirme que era tan gorda para ser amada y tan estupida como para una carrera universitaria… Perdón.  Ya no soy esa, ya no seremos esa.

Foto mía del 2019. Donde llegué a mi menor peso en cuatro años de ese círculo vicioso en el que estaba.

Tenía 19 años.

Te abrazo fuerte Pri de diecinueve años, felicitaciones por entrar a la facultad de ingeniería. Ese era tu sueño, y nunca pudimos celebrarlo como tal, todo se vio opacado tratando de buscar empleo y sostener lo insostenible. Persiguiendo lo efímero de la belleza.

Ya estás a salvo.

 


Una respuesta a “Secuelas del ASI: TCA como método de protección.”

  1. ¡Qué texto tan valiente! Coincido en que hay que hablar y espero que tu texto tan poderoso pueda llegar a muchas personas que puedan encontrar en él una ayuda en momentos tan angustiantes. Felicitaciones por el coraje y la fuerza de tus palabras

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