Me dijeron que era rara por no tener uno, me importó tanto que al volver a casa comencé a buscarlos debajo de la cama, entre las repisas y entre los libros, pero no lo encontraba. Iba a continuar siéndolo por un largo tiempo. Subí las escaleras y me miré al espejo, ¿será que soy rara solo de lejos? Me distancié unos metros y seguí viendo mi reflejo. Sí, rara hasta de lejos —pensé—. Decepcionada fui al baño, miré el techo, me distraje con el orden tan asfixiante de los azulejos. No podía creerlo. No llamé a la ambulancia. Tampoco me corté el pelo. Lo dejé mojado, por mí o por vos. Y si saliste de mí quiere decir que sos mío, ¿no? No quiero adjudicarte un nombre ni un apellido. Pero me caíste bien. Escapaste del inodoro, me clavaste los ojos. Te comenté de una situación difícil, vos solo sonreíste.

 Al poco tiempo me pedías de comer, querías que te acariciara, ¡querías que te tejiera una bufanda! Yo comía para hacerte crecer, yo bebía para quitarte la sed. Me acompañabas al médico, me quitabas los auriculares, prestaba atención a cosas que, según mi entender eran irrelevantes. Ya no perdía mi tiempo en fabricar más como vos. Más lágrimas, más gargantas, más dedicación, porque entendí, esa noche que te fugaste del inodoro, que en realidad eras un desastre, un caos bonito. No iba a regalarte, porque ya eras mío, pero… me enfocaría en no crear más súbditos. Esclavos. A lo sumo te inventaría un club, para que socializaras con otros de tu especie. En el gimnasio debe estar lleno de cosas así. Las chicas tienen cientos. Nunca me los mostraron, pero escuchaba los sonidos desde afuera del baño. Parecían engendrarlos con una habilidad masoquista y dañina, entraban angustiadas y salían rejuvenecidas. Pero por dentro les ardían las amígdalas. No les iba a durar. Sin embargo seguían elaborando más.

Yo te presté atención porque me dijeron que debía tener muchos como vos.

Yo te sentí. Sentí tu dolor, y por eso multiplicarte no está en mi lista de deseos. Entendes, ¿no? No tengo nada en tu contra. Te quiero. Como porque te quiero, mantengo el alimento en mi estómago porque te quiero, duermo porque te quiero. También dejé de mirarme al espejo. Es normal, claro que es normal —pienso—. Camino por la calle, te señalo a las personas que engendran a seres cómo vos. Y te explico:

—Ahora trabajan el doble para educarlos, para darles de comer y para olvidarse de sus verdaderas problemáticas engendran a seis.

Vos no decís nada. Miras el reloj. Me das la indicación. Entro al bar. Como. Te achicas. Como, te achicas. No sé por qué. Siento que te vas. Pero si yo estoy haciendo las cosas bien, ya no enloquezco, ya no me encierro, quiero que te quedes. Te tomé demasiado afecto.

¡Ay! ¡Vomito coqueto! Las chicas coherentes te pondrían correas, las chicas perfectas te exhibirían, trauma andante, apariencias disimulando males, ¡problema mental que nos invade!

Las chicas irían desfilando con un vomito como vos, te llevarían enorgullecidas en la boca y yo… yo no quiero engendrar a más. Con el tuyo es suficiente. Porque me dí cuenta, a todo esto, que no solucioné nada. Que solo me distrajiste de mis verdaderos traumas. Y con esto no me refiero a las necesidades naturales…

Me refiero a que las mujeres bellas, pueden llevarte. Mantenerte gigante. Como una bola de hámster, soy distinta, ¡no me sale! Vas desapareciendo, vomito lindo. Vomito rico. Ya no tengo el pelo sucio. Me lavé las manos. La boca sabe a prado. Y tu gusto se extraña a mitad de la noche. Tu gusto me empalaga. Necesito atragantarme… más o menos, pierdo la costumbre, me levanto por la mañana, como. Y no tengo necesidad de preguntarte si es correcto. Como y leo el diario. Cuento los vómitos. Cuento a las pibas que modelan. Cuento las notas, los frascos, los colores pasteles, ¡los colores blancos! Los antídotos, las dietas que prometen adelgazarte en un segundo. Cuento la cantidad de hijos, cuento las cremas antiestrías, y pienso… ¡cuántos vómitos fueron contratados por las publicidades de cosméticos! Como. No voy al baño, como y trago. Salgo de casa y ya no estás a mi lado. Te recuerdo. ¿Estarás en un gimnasio, estarás en una boda, estarás en una fiesta de egresados, o estarás en una sala de partos? Cada quien guarda en lo más profundo de su corazón un vómito no expulsado. Todos se la dan de perfectos y clasifican al resto como “raros”.