Ya te volviste loca. No trates de pensar en los motivos, solo pegáte un cartel en la frente que diga.

—Hay desequilibrios.
  La gente te tratará bien, por el simple hecho de padecer problemas psicológicos. Se van a reír de cada uno de tus chistes, por miedo a que enloquezcas y agarres el primer objeto punzante que encuentres cerca, te eximirán de peleas, y serás casi como un ser venerado y protegido.
  Conclusión; para que no jodan tu salud mental tenés que simular que ya estás bien jodida, trastornada como es debido, demente, o al menos una mezcla de sensaciones, emociones y respuestas que deriven al vacío, a la intolerancia hacía uno mismo. Acabo de pronunciar la definición de locura, y ningún psiquiatra me aplaudió. ¡Sí! Porque deben hacerlo, deben crearme un título falso que diga:
«Primera mujer en experimentar la locura».
Bonito viaje, hay chimpancés, monos, ¡gorilas! Vienen mariposas con caras de elefante y me preguntan:
—¿Querés quedarte?
Agarro la reposara, descanso en el sitio más criticado y analizado, busco traumas en oferta, análisis de mi infancia, me trago la etimología para que nadie la descubra, y vuelvo hacia el punto de partida, (tiene sabor a leche podrida).
Pregunten, ¡pregunten lo que quieran! Me llamo Carmen, Karina, Lola, Roberta, acepto el nombre, o mejor dicho la definición en la que quieran aprisionarme, me doy vuelta, finjo ser la persona que desean, alguien coherente y estable, aunque sea mentira, ¡aunque tenga un cuervo de dos picos perforándome la cabeza, encontrando gusanos y diversos huevos de canarios!
—¡Marta!
—¿Qué? —pregunto.
—Te llamas María querida —se enojaron, parece que me queda mejor el «María».
—Si ustedes lo dicen…
Los monitos tití colocan caramelos en mi boca; dulces que no engordan, alcohol que no emborracha, y heridas que no sangran, ¿qué más puedo querer? En la locura nadie es rehén, ¡bah! Se dejan de lado los sistemas operativos, los trabajos, jefes, sueldos, dinero y… ¡ya no me acuerdo! Capacidad de reprimir, de reírme a carcajadas porque el suelo se come mis pies, y las paredes se convierten en telarañas, voy tejiéndolas sin lana. Inmaculada en esta rueda de hámster, la rompo, la modifico, ¡la hago cuadrada! Dejo de torturarme con estupideces, no necesito de presupuesto, puedo traer a la Reina Isabel el día que yo quiero, revivir a Tutankamon, y hacer que baile reggaetón. Se mueve extraño, comprendo que no está acostumbrado.
—¡No tenés que bailar como momia! —grito, pero no hace caso.
Si sigue comportándose así voy a hartarme de los egipcios, los reemplazo por aztecas, mayas, incas, todos ellos juntos en una fiesta electrónica, mientras viene la alfombra de Aladín y me arrastra por las campanas.
Estoy hablando con Abraham Lincoln en la iglesia, no está muerto, porque está conmigo, quizás alguna vez le pasó lo mismo, charlamos del clima, de diversas comidas y de tías lejanas que nunca conocimos, siempre cuidándonos de no tocar algo llamado política, acá no quiero peleas.
Estoy conociendo la paz mundial, y la verdad que no parece tan irracional, la mayoría de los habitante son budas, cientos y cientos de muñecos regordetes sonriendo, ¡qué amorosos! Me caen bien porque no me critican, disfrutan cediéndome el paso, para que pueda estrellar quince veces el mismo auto.
Días sin cielo, ni sol, noches en lagunas, playas, volcanes, nada quema ni arde, por eso incendié las cajas de manzanas podridas, decían que era una verdulería:
—¡Corran! ¡Corran!
Simboliza un «gracias» en mi idioma, que vengan las epidemias, ¡virus, enfermedades! A ver… ¿pueden lastimarme? No, porque me construí una piel de elefante, no como en las novelas, porque a mi entender esta es real. Sí, ¿qué tiene? ¡Mi locura no es original!, ¿y? Tengo una burbuja a mi alrededor, tiren dardos, escupan, porque revota, porque no me afecta, porque ya conocí lo mejor, me mudo ahí unos segunditos, y los insultos me parecen caricias, hagan lo que quieran, matensé descifrando las múltiples pastillas, terapias, ¡me tienen harta con la autoayuda! Al fin y al cabo se mueren por estar en mis zapatos, escaparse de sus realidades crueles y tatar de experimentar aquello inexistente, pero como sus cerebritos solo les permiten ver lo llamado «real» no son capaces de volar, volar con aletas como estoy haciendo, se trata de sacudirlas de lado a lado, y finalmente, entender que las nubes están hechas de agua podrida, la sociedad es una simple pesadilla inventada por un koala que duerme todo el día y el sol se asemeja a una zanga inmensa donde defecan unicornios, y para que no piensen que estoy trastornada, ¡lo confieso! Grábenselo, porque tengo pruebas que lo justifican:
 «El excremento de los unicornios es amarillo».
¿Deduzco? No existen baños en mi mundo. Cada quien, sea hada, ogro, mono o hipopótamo, es libre de hacer sus necesidades donde le venga en gana, no obligo a nadie a maquillarse, es más, en lo posible todo se hace mejor si evitan ese extraño ritual de bañarse, basta de peluquerías y de oftalmología, vean como quieran, y perciban lo que quieran. ¿Desean venir un segundito? No les cobro impuestos. Nada de usurpar propiedades, eso sí… por favor no adueñarse demasiado de los delirios ajenos.
Veneramos a un fruto muy hermoso, el quinoto, representa un extremo compromiso hacia el desinterés mismo.
  Dejando de lado los traumas, alejándonos de las patologías, escupiendo sobre las supuestas curas, entiendo, así, un domingo de lluvia que la verdadera irracionalidad es no soportarse. Soportar al resto es cosa imposible, pero no poder lidiar con los propias emociones y sentimientos, eso es llegar al sitio que está pasando la loma del quinoto, mi reciente lugar hace poco. Nuestros quinotos tienen varias lomas, de ahí la metáfora.
  Y como hay instrucciones hasta para servirte agua, doy inicio a las siguientes «cómo estar trastornada» (para volverme loca soy ordenada) por favor no se lo tomen a pecho, no quiero que todas piensen que fomento la locura, no es lo que estoy haciendo, solo digo que estar ida de la realidad te ayuda a ser inmune.
Primer consejo: para afrontar las criticas recomiendo que se coloquen una cascara de banana entre los diente y la muerdan cada vez que algo las estrese, despacito, lentamente, hasta generar el placer que se busca, será tan satisfactorio que pueden insultarlas por dos horas y media, ¿y que responderán?; ¡una mordida!
Segundo consejo: cuando intenten manipular tu vida, enseñarte cómo vivirla busca un peluche, sentálo en la silla y escapáte de la charla con el psicólogo. El muñeco, duende, o almohadón debe tener aunque sea una similitud mínima con vos, tampoco vas a poner un ogro.
Tercer consejo: cuando tu pareja te abandone, acordate siempre que mientras no esté escrito en los papeles, la relación continúa, tiene que escribirlo y firmarlo: «te estoy dejando» de lo contrario no hay pruebas verosímiles, quedáte tranquila porque aún tenés a quién llevar al cine y comprarle pochoclos, un Dóberman, o un buldog pueden llegar a tener cierta similitud con tu ex novio y lo mejor es que no padeces las múltiples desventajas de tener el corazón roto.
Cuarto consejo: Deshacete de los calendarios, y olvidate de los impuestos, hay algo muy interesante en ellos; ¡no existen!, nunca llego a saludarme uno de esos tan nombradas «hipotecas», ¿alguna vez les vieron los rostros?, ¿las conocen, les hablaron? Eso simplemente es porque las hipotecas no son reales, lo inventan para que la gente manipulable deposite dinero.
Quinto consejo: rompan papeles, peinensé con una media sucia, pregúntenselos con el corazón en la boca, ¿para quienes debemos estar lindas? ¿Para esta manga de degenerados que en la vida? En la locura todos los hombres son buda, te dan bendiciones, y te saludan con mucho respeto, nadie es usada, golpeada, violada, o asesinada. Cuando entienden que ser estética no sirve de nada, viene el siguiente cuestionamiento; ¿para qué estar limpias? Y por último, para evitar los movimientos, traten de acomodar sus vidas con el control remoto, pulsen pausa y dejen a las personas hablando solos porque la realidad es que ellos son los locos.
Luego de estas instrucciones espero que lo entiendan; recuérdenlo bien «simulamos la demencia», aunque una forma valida de enloquecer es decir que tu propia locura es una actuación.
Por lo tanto esta no es la Casa Rosa, tampoco ningún hospital psiquiátrico, sino un gran teatro y todas somos unas actrices prestigiosas, un día vino el director vestido de unicornio y nos dijo:
—Actúen de locas.
¡Qué va ser! Le hicimos caso.