DIOGENES LAERCIO

Un curiosísimo personaje de la filosofía es Diógenes Laercio, o conocido también como Diógenes Laertes. Quien es practicamente desconocido para todos, a excepción de los que estudian Filosofía .

Escritor del siglo III de nuestra era, parece haberle hecho un gran servicio a la Historia de la Filosofía, pero sin dejar a nadie conforme con las formas de su escritura, ni con los temas que le atraían, generalmente las anécdotas y ocurrencias personales de los grandes sabios de la antiguedad.

 Allí nos enteramos por ejemplo de que Aristóteles se bañaba en aceite y luego lo vendía, o que Epicuro pasaba largos meses en cama a causa de su mala vida y que vivía arruinado por dilapidar su dinero enamorado de la prostituta Leontini, a quien pagaba grandes sumas por sus favores sexuales.

Si alguien desea saber alguna cosa, de algunos ignotos sabios anterirores al siglo II, no tiene más remedio que caer en las páginas de su obra; “Vida y doctrina de los grandes filósofos de la antigüedad”

Lo citan como fuente muchos historiadores y filósofos de la Edad Media en adelante. Desde Hegel a los quisquillosos Kirk & Ravens. Y aunque reniegan de su estilo; como dice V. Alfieri en la reseña de su vida para el célebre Diccionario de Autores Montaner & Simón: “Resulta fundamental para el estudio de la Filosofía”.

El monje Ambrosio, primer traductor latino del libro de Diógenes Laercio, pidió perdón por: “…ocupar mi ocio en la traducción de una obra un tanto profana y mal sonante” … Humm… no le creo, se debe haber descostillado de risa.

También Kirk y Ravens dicen lo suyo sobre: “los lamentables comentarios de Diógenes Laercio”. El muy académico Diccionario de Montaner y Simon dice que: “…más que las doctrinas … le interesan las relaciones personales, las biografías, las agudezas”. Luis M. Cádiz; el traductor que trajo el irreverente escrito al idioma español, escribió en su prólogo: “Con Diógenes no sé dónde buscar un punto de apoyo para elogiarlo … lo mejor que puede hacerse es compararlo con algunas medallas gastadas que no tienen otro valor que el ser únicas…” Finalmente, mi querido profesor de filosofía antigua, Raúl Iriarte; llamó al libro del Laercio: “La Radiolandia (vieja revista pionera de chismes del espectáculo) de los filósofos”.

Diógenes fue compilador, y a menudo traductor de muchos filósofos  desconocidos para nosotros. Transcribió las historias sin preocuparse demasiado por la solidez de los datos volcados a su libro. Seguramente –creo yo- la falta de rigor en Diógenes habla de una intención original, ciertamente modesta, en relación a la gran trascendencia que tuvo la obra, traducida a casi todos los idiomas. En sus páginas he contado 82 filósofos y otros cientos de hombres de ciencia homónimos de estos, algunos de los cuales nadie ha recordado en sus crónicas y de los que no hay otra fuente que esta.

Y no son todos coscorrones. Algún estudioso calificó al libro de Diógenes como: «Primer libro de Historia de la Filosofía». Lo cual puede ser verás tomando en cuenta la época y la economía del esfuerzo, que seguramente priorizaba el conocer lo medular del pensamiento y no tanto la crónica vital de aquellos sabios. 

Debido a mi propensión a la payasada, según decía mi madre, o a mi falta de elegancia en el tratamiento de los conocimientos filosóficos,  encontré valorable la obra de Diógenes. La tomé como fuente documental y -porqué disimular-, también como inspiración para mi libro: “El Humor de los Sabios”,  sin pedir discupas…

Las críticas hacia Diógenes Laercio, se amplían hacia otra obra suya, llamada: “Libro de los epigramas, o colección de toda medida” que han recibido las calificaciones de “Los lamentables epigramas de Diógenes” (Kirk &Ravens)

 Compartiré con ustedes algunos de esos epigramas:

Epigrama dedicado a Tales de Mileto:

“¡El sabio Tales presenció los juegos de la lucha hasta que tú, Júpiter, dios de la luz, lo arrebataste del centro del estadio! Te doy gracias por haberlo aproximado a los cielos; porque anciano como era, ya no podía desde la tierra observar los astros”.

A Diógenes de Sinope:

“¡Ea! Bien, habla Diógenes; ¿Qué accidente te ha conducido a los infiernos? El diente salvaje de un perro ha causado tu muerte”.

A Pitágoras:

“¡Ay! ¡Ay de mí! ¿Por qué Pitágoras ha honrado a las habas en el momento de morir con sus discípulos? El encuentra un sembrado de habas, y para no pisotearlas (N: las consideraba impuras) se deja matar al borde del camino por los Agrigentinos”.

A Empédocles:

“También tú, Empédocles, has purificado tu cuerpo en las llamas líquidas. No diré, sin embargo, que te has arrojado voluntariamente en el oleaje abrazador del Etna, Pretendías ocultarte allí, y te caíste sin querer”

Y hasta aquí llegamos con este autor, del que rescato el haber sacado a relucir el costado poco conocido de la Filosofía, como es la pose satírica y la anécdota ocurrente de los sabios antiguos.

Como ha sido un hombre poco alabado, y no ha contado con nadie que le haya dedicado un epigrama a la manera de los tantos que él hizo, en un humilde intento reparador, yo le dedico el siguiente:

¡Oh, gran Diógenes Laercio! Para algunos: insensato precursor de semanarios y programas chismosos. Tu pluma rotunda, y lampiña de conocimientos metafísicos, avergonzó a las solemnes letras y nos llevó por el camino de la perdición al hacernos sonreír de la Filosofía”