Al alejarme del viento
dejé que una a una
de mis partes nerviosas
buscaran la calma
para descansar
bajo la sombra aquietada
de un árbol.
Tomé el cadáver seco
de toda vida pasada
y lo enterré al lado del árbol
bajo la sombra
sobre la vida del suelo.
Me quedé allí esperando
a que aparecieran los animales
de la noche
y con ellos el viento
y con el viento el adiós.