Silencio.
Cuando ella abre sus piernas
que todo el mundo se calle.
Que nadie murmure
con cuentos ni poesías
ni historias de catástrofes
ni cataclismos,
que no hay enjambre
mejor que sus cabellos
ni abertura mayor que la de sus piernas
ni bóveda que yo avizore con más respeto
ni selva tan fragante como su púbis
ni torres y catedrales más seguras.
Orad: ella ha abierto sus piernas.
Todo el mundo arrodillado.