Marti se acercó a su padre para hablar con él. El padre estaba mirando el partido con un vaso de cerveza en la mano, enojado porque perdía su equipo. Se acercó a la madre, ella chateaba con sus amigas y no le prestó atención. En el almuerzo, Martí discutió con el padre y se fue llorando a lo de su amigo Francisco. Esa tarde de invierno Francisco la esperó, pero no llegó. Llamó a madre de Marti para ver si estaba en la casa. Después llamaron a la policía para denunciar su ausencia. Pasaron los días y no tuvieron noticias.

Martínez, el policía que investigaba el caso, revisó las cámaras que debieron grabar la desaparición. Ese día no funcionaron. Andaba por el barrio haciendo preguntas y vió que una mujer lo observaba. Tocó a la puerta. Le abrió un muchacho joven y petizo.

-Soy el teniente Martinez- dijo el policía

-¿En qué le puedo servir?- contestó el petizo

– ¿Qué quiere?, ¿quién es?- Intervino la mujer

-Tengo que hacerle unas preguntas- respondió el policía

El hombre le explicó a Martinez: “Soy el enfermero. Estoy cuidando a la señora Gómez por una discapcacidad mental. Adelante. ¿Quiere una taza de té?”

-Estoy buscando a una chica que andaba por estas cuadras y desapareció- dijo Martínez.

-Ahora que lo dice -respondió el petizo- hace rato que la señora viene contando una historia de una chica que desapareció de golpe. Me extraña mucho su insistencia.

-¿Podría hablar con ella?- preguntó el policía

-Por supuesto- dijo el enfermero

-Señora Gómez ¿podría contarme sobre la chica que vió desaparecer?- La señora asintió.

El relato de la señora fue claro. La noche del 23 de Enero vió a Marti, a quien conocía del barrio, vestida de rosa y camisa blanca, que la saludó con un gesto amistoso. Marti desapareció delante de ella.

Estaba asustada. En un parpadeo nada era igual. Algunos edificios desaparecieron y los que quedaron estaban desmoronados. Se quedó entre las ruinas. El aire pesaba y le costaba respirar. Vió a lo lejos unas torres, a cierta distancia una de la otra. Tenían chimeneas altas y parecían estar hechas de metal. Buscó auxilio en alguna de las casas, pero no había nadie.

Esa noche se largó a llover y se refugió en una casa vacía. Miró a un lado y a otro y encontró debajo de unos escombros un esqueleto de hierro oxidado, lo cubría una capa blanca de polvillo. Después recorrió los alrededores. Vagó por las calles pisando charcos y escuchó un ruido que venía de las casas vacías. Se acercó con pasos inseguros y entró. Una radio emitía sonidos initeligibles e intentó usarla sin éxito. Salió de la casa y vió que había cámaras de video en los alrededores. Una sombra huidiza cruzó la calle. Marti la persiguió pero no pudo alcanzarla. Miró a la nada, de pie en el medio de la calle. Recibió un golpe en la cabeza y cayó al piso. Despertó mientras la arrastraban. Una voz chirriante le preguntó quién era y cómo llegó allí. En la oscuridad había una fogata y la silueta de un hombre alto, vestido de negro. Cerró los ojos y se durmió.

Por la mañana temprano despertó y escuchó una voz susurrar.

-¿De dónde venís?, ¿qué sabés de las torres?

-¿Las qué…? No sé… Creo que todo esto es un sueño. No tengo que estar acá

El hombre de negro caminaba de un lado a otro.

-Entonces es cierto.

-¿De qué hablás? ¿Quién sos?- preguntó Marti.

-Dudo que me creas, pero es posible que vengas de otro tiempo. -Esto no es un sueño- dijo mientras le ofrecía algo de tomar. -Para salir de acá necesito reponer las máquinas del tiempo, pero solo no puedo.

Marti lo miró fijamente y extendió las manos para recibir la taza de té.

-Lo único que recuerdo es que iba a ir a ver a Francisco y no sé más, aparecí acá

-Entonces no sos un androide…, sos un viajero del tiempo

-Qué más da, yo quiero salir. Quiero volver a mi casa. Está bien que con mis padres no me llevaba bien y mi vida era bastante aburrida… ¿En qué año estamos?

-En el 2034.

-Yo soy del 2018…

-No es imposible, pasó. Sé que es muy dificil estar en tu lugar en este momento, pero si no consigo lo que necesito, con tu ayuda…

-¿Por qué me necesitas?- preguntó Marti

-Porque podés hacerte pasar por la madre del coronel Lacra y podés entrar en la Ciudad de las Tres Torres.

El hombre de negro le explicó cómo entrar a la ciudad. Le mostró un libro.

-¿Reconocés ésto? Es lo que rescaté de las tres torres. Está incompleto. Necesito descifrar éste párrafo.

Abrió el libro a la mitad. Había el dibujo de una constelación. Empezó a escucharse una música que salía del libro.

-Es una canción de Génesis- dijo Marti

-¿Génesis?

-Sí. Se llama “Dreaming while you sleep”: sueña mientras duermes.

-Necesito la última parte de la letra…

Martínez continuaba con la búsqueda de Marti. La tarde cayó en la casa de la señora Gómez. El teniente Martínez salió de la casa más confundido que nunca. Todas las investigaciones terminaban justamente en esa cuadra. Dejó el barrio y volvió a su departamento, esa noche el sueño se le hizo imposible. Miró desde su ventana, vió gente en la calle y se preguntó si lo de la señora Gomez sería cierto. Cerró la ventana de su habitación.

Esa mañana neblinosa, Marti y el hombre de negro marcharon hacia las torres, cautelosamente. Pasaron por calles desiertas y anchas frentea edificios altos y bajos con puertas de distinto tamaño. El cielo era violáceo y, a medida que bajaba el sol, dejaba distintas tonalidades de rosa. Marti y el hombre entraron por una galería de pisos brillantes con columnas color marfíl. A Marti le hizo acordar a las iglesisas góticas que había conocido en un viaje a Europa. Al final del recorrido habían tres acensores de cuarzo que comunicaban las torres. Subieron y revisaron cada habitación. Atrás de ellos había una máquina que empezó a tirar discos filosos y brillantes. Uno se clavó en la cintura de Marti, otro cortó medio brazo del hombre de negro. Se refugiaron en una cueva para curar las heridas.

Marti preguntó -¿Qué pasó acá?

-En este lugar había una empresa de tecnología. Su principal función era fabricar máquinas al servicio de la gente, pero se les acusó de tener un proyecto aparte, llamado Cuantum. Uno de los reactores explotó y detuvieron este proyecto por orden del gobierno, pero la empresa continuó con sus experimentos. La carga radioactiva produjo deforestación. Lacra es quien se encarga de todo esto ahora. Dicen que perdió a sus padres de niño, mientras realizaba experimentos con energía nuclear. Vos te parecés mucho a la que fué su madre, por lo que ví en unas fotos…

Al día siguiente, Marti volvió a entrar a las Torres, esta vez por otra puerta. Revisó los cajones en las habitaciones de escasa luz. Se sintió perdida un rato. Subió una escalera y hurgó en unos estantes, sólo había herrmientas. Intentó abrir una puerta, pero estaba sellada. Escuchó que que alguien se movía a su espalda.

El hombre de negro, preocupado porque Marti estaba tardando demasiado, entró a la torre. Empujó una puerta pero Marti no estaba ahí. Tres robots lo tomaron por la fuerza y le cortaron la mano que le quedaba.

Marti sólo veía negrura hasta que alguien le sacó la capucha que tenía en la cabeza. Frente a ella estaba el coronel Lacra. Lacra la observaba con fascinación. Marti era idéntica a la madre que había perdido de niño. Marti, instintivamente, abrazó a ese niño grande que murmuraba.

-No quise hacerlo, fue un accidente, no quise hacerlo, fue un accidente, te extraño tanto mamá, fue un accidente, fue un accidente.

La lluvia caía de forma implacable. Martínez miraba por la ventana, apretando su taza de café, perdido en sus pensamientos. La calle brillaba como un espejo. La chicharra del teléfono sonó, haciéndolo volver en sí. Era la señora Gómez, diciendo que tenía que contarle algo muy importante. Martínez tomó su paraguas y salió a la calle.

-Buenas tardes señora Gómez

-Adelante, pase.

La señora Gómez le sirvió una taza de té.

-Estuve todos estos años pensando que había enloquecido, hasta que vi a esa niña desaparecer en el mismo lugar en el que me ocurrió lo mismo cuando yo era chica. Sólo recuerdo que tropecé en el callejón y caí contra una pared, pero la pared se desvaneció. Sé que volví, porque estoy acá, pero no sé nada más…

Martinez bajó su taza de té y dijo:

-Hemos recorrido toda la zona y no hay ningun rastro de la niña. ¿Usted podría indicarme el lugar exacto en el que supuestamente aconteció?

-Claro que sí.

Marti suspiró. -Disculpe señor, no creo que yo sea su madre.

Marti le pidió por favor que la ayudara a encontrar a su amigo, el hombre de negro.

-Si querida, sé dónde está. En el tercer piso de la torre del medio.

Marti y Lacra anduvieron por un pasadizo hacia arriba de la construcción hasta llegar a una celda oscura y fría. Lacra abrió las rejas con un gesto de la mano. El hombre de negro estaba inmóvil en una camilla.

-No creo que pueda salvarlo.

– ¡Por favor!, sé que me tenés cariño porque te recuerdo a tu madre…

Lacra tomó de la mano a Marti bajando la mirada, y aceptó con una leve sonrisa.

Marti quedó entredormida junto a la camilla. Se despertó horas después. Lacra estaba de pié junto a ella. El hombre de negro se había incorporado.

-Necesitamos entrar a la tercera torre para que vuelvas a tu casa

-No se puede, ni yo puedo, se necesita una contraseña. Es unn fragmento de una canción de un grupo de rock de los 70… Génesis. Pero no la tengo- dijo Lacra

Marti recordó la canción que sabía, la anotó en un papel y se la dio a Lacra.

Podría llevar mi secreto a la tumba

Si tuviera otra oportunidad, haría lo mismo

Seguiría negando que ese fui yo

Lacra cantó y la tercera puerta se abrió. Lacra miró a Marti con admiración y dijo:

-¡Gracias!

Los tres atravesaron la tercera puerta.

La señora Gómez llevó a Martínez al callejón. Martínez palpó los muros, pero no sintió nada al principio.

-Perseguía a un gatito por estas escaleras- dijo la señora Gómez señalando una entrada.

Martínez subió las escaleras y se encontró con una casa abandonada.Tocó la pared y la mano pasó al otro lado.

-Esto no es posible- dijo Martínez atravesando la pared.

Un viento envolvio el lugar y el suelo temblaba. Pedazos de ladrillos cayeron en torno a él. Por el hueco en la pared, vio tres personas correr por una avenida ancha: una chica, a su lado un hombre alto de negro y alguien vestido de militar.

-¿Venís?- le preguntó Marti al hombre de negro mientras corrían.

-No, Marti. Me voy a quedar con Lacra, tenemos mucho que hacer por aquí.

Cuando Martínez se encontró con Marti en medio de la avenida, el militar y el hombre de negro ya no estaban.

DIBUJO DE DIEGO VENEGAS