(Imagen: aldea rural en el valle de Punakha, Bután)

En general, en los valles interiores del Himalaya, las villas se desarrollaron como un conjunto de casas dispersas en la base o a lo largo de alguna pendiente, supervisando los campos y algún río. Era común que estas casas se encontraran rodeando un lhakhang (templo del budismo tibetano), o en las cercanías de un dzong (templo-fortaleza propio de Bután).

Las villas de casas tradicionales en Bután se han ido formando sin un plan centralizado ni ninguna consideración por aspectos tales como saneamiento o facilidad para el transporte. Se adaptan a la topografía de manera natural, ya que hasta los campos de arroz se disponen en terrazas siguiendo la pendiente de la montaña, aprovechando al máximo la tierra arable. Las casas, alejadas una de otra, se unen por senderos peatonales. Lejos están estas aldeas de presentar la forma occidental de casas pegadas una a otra dispuestas a lo largo de cuadras con calles perpendiculares que forman una cuadrilla, aunque distinta puede ser la situación en las grandes ciudades como Phuentsholing, Gelephu, Samdrup Jongkhar o Timphu.

La población rural de Bután, que tradicionalmente habitaba las casas de campo de las villas y aldeas, se está reduciendo rápidamente en favor de la urbanización. Esto, sumado a la rápida modernización en el sector de la construcción, pone realmente bajo presión la preservación de la cultura si la construcción tradicional es reemplazada, en lugar de complementada, por la construcción moderna. Existe el riesgo de perder la esencia, los materiales, la escala, la habilidad involucrada, en la construcción tradicional presente en las aldeas.

Esto sucede por los problemas que se presentan en las aldeas, debido a la situación geográfica de las mismas. En la topografía desafiante y siempre cambiante de Bután, donde los deslizamientos de tierra son una amenaza constante, donde las lluvias monzónicas hacen crecer los ríos periódicamente, el transporte de una comunidad a otra es una tarea sumamente difícil, lo que ha sido causa del histórico aislamiento bajo el que ha estado siempre la región.

Como no podía ser de otra manera, este aislamiento terminó por arraigarse en la cultura local. Al estar las aldeas en su mayoría alrededor de templos, monasterios, o lugares de adoración de importancia al menos local, en muchos casos es visto como una falta de respeto a los valores religiosos la construcción de calzadas modernas, siendo entonces mantenidos los senderos peatonales.

La información histórica sobre el estado de los caminos es escasa porque hasta hace no mucho, los únicos extranjeros en el país eran los invitados reales. Visitantes modernos de Bután dicen que el país entero luce como si fuera todo un gran parque nacional, con sus casas tradicionales y sus habitantes vistiendo las ropas propias de la cultura local. Lo cierto es que en un país donde el 51% del territorio forma parte de algún parque nacional, no es de extrañar que muchas comunidades estén dentro de los mismos.

Mientras las comunidades aisladas se estancan por la falta de actividad económica, la ausencia de mercados regionales, la falta de agua potable y atención médica, las áreas que se conectan a través de la red moderna de caminos enfrentan la pérdida de la cultura local, el deterioro del medio ambiente, la pérdida de salud física y mental de los habitantes, y el cambio en las actividades de los mismos. Por ejemplo, aquellos criadores de caballos o de mulas, que se usaban para transportar cargas a través de los senderos peatonales entre las aldeas, han visto desaparecer sus trabajos al realizarse ahora el transporte en vehículos motorizados, lo que a la vez crea una dependencia de los combustibles fósiles.

Sucede que a medida que crece la accesibilidad, las distancias parecen acortarse, por lo que las aldeas se empiezan a volver redundantes: muchas aldeas se desarrollaban a partir de los caminos de mulas, entre un punto importante y otro. El 75% de quienes viven en aldeas tradicionales vive a medio día de caminata hasta un camino moderno, que, en muchos lugares, ha reemplazado de lleno a los senderos tradicionales.

Se proponen actualmente muchas soluciones posibles al problema de la necesidad de aumentar la accesibilidad sin amenazar la cultura y la identidad locales. Si los habitantes de una aldea prefieren el estilo de vida tradicional, sin autos, el camino se puede extender hasta uno o dos días de caminata de la villa, por lo que el impacto en el estilo de vida sería mínimo. Caminos con puertas que se cierren en determinados horarios es también otra opción, aunque eso crea la necesidad de tener personas que controlen dichas puertas.

Si los senderos tradicionales sobreviven el desarrollo de las rutas modernas, los criadores de caballos y mulas de carga deberían ser incentivados a utilizarlos: no funcionarían, después de todo, solo como reservas ecológicas y culturales, sino también podrían actuar como vías de acceso de emergencia, dado que, en zonas de montaña, las calzadas son extremadamente susceptibles a desastres naturales, y su reparación es costosa tanto en valor monetario como en tiempo.

Si la construcción de autovías no se ha comenzado, se pueden proponer otras vías de comunicación tales como montacargas o funiculares, que no dependen de los combustibles fósiles. Ya han sido aceptadas por algunos templos, y su uso marcha bien.

En conclusión, las villas y las viviendas son una muestra excelente de la cultura y el estilo de vida del Reino de Bután, de sus ciudadanos y sus costumbres, y su relación con el medio ambiente. En el marco de un mundo cada vez más globalizado, la preservación de esa voz propia y distintiva, mas no aislacionista, será un desafío cada vez más complicado. Solo un enfoque interdisciplinario del problema podrá conducir a soluciones inteligentes de preservación ecológica y cultural, y, al mismo tiempo, de su evolución.