La luz trae del confín de la galaxia
los astros donde los siglos
se siguen unos a otros
en la noche absoluta.
Entreveo
la incesante solución
de sus formas en la mía
y percibo lo sagrado, y lo ínfimo
de mi ser –eco de ecos:
nosotros hijos de las algas,
hijos del polvo de la supernova
también estamos hechos
de sistemas solares,
de sismos, glaciares y desiertos;
estamos hechos de ancestros y de hermanos
y de su fiebre y de su hambre y su miseria.
Hay en esto una armonía intraducible
o hay muertes, errores, pecados.
Cada cosa pone límites
y ordena el Universo
-no sabemos por qué existe
pero goza mientras agoniza.
Y nosotros lo miramos sin respuestas
-la boca desconcertada por el horror.
*
Una puede mirar el cielo negro
regando de brisa las cosas de la tierra
con cientos de soles vivos
como los de Van Gogh 1 o los de Whitman
(“hay millones de otros soles”)
rodeados de planetas,
integrando un sistema perfecto;
humilde ante las sombras
que prometen más todavía,
invisibles por un defecto de nuestros ojos
-esos soles y planetas misteriosos
y esa vida demasiado casual
-¿cómo es posible que existan y no otras cosas?
Me concentro en el cielo y reaparece
el aire de innumerables noches 2,
algo heredado de la primera vez que lo vi
-o es algo atávico y presente
en el origen de la vida, o la era en que fuimos
algo cercano a la salamandra.
¿Una puede mirar esos soles
que ya me pertenecen,
que son como rosetas en mi lengua
como esta misma noche -con el gato, la lechuza,
el camino de tierra, y los perros
ladrando al fondo del barrio
y encontrar muerta a una mujer, y seguir siendo una?
–
1. En sus pinturas, el heno junto, el bosque en las lomas y la tormenta profunda acercándose. Los olivos transmitiendo el viento, el olor a yuyo caliente, el río, el trigo, la luna. El sol quemando las espaldas y las caras de los campesinos, las manos preparando la tierra, las manos en contacto con las mieses, con las fuerzas universales que las trajeron al ser.
2. La noche es lo que el oro para un avaro: con variedad inefable –la via negationis es la única verdad-, las estrellas se apartan de nosotros. Todo lo que son, todo lo que alumbran y lo que las separa está fuera de la imaginación; son una fuerza terrible. No poder tener nada, ser un cuerpo que ve tan poco y desde tan lejos que no ve.

Imágenes:
Cabeza VI, Francis Bacon, 1949
Noche estrellada sobre el Ródano, Vincent van Gogh, 1888
2 respuestas a “Werther”
Nos vamos a morir, pero no importa
Las cosas gozan mientras agonizan: me gusta ese pensamiento. Whitman trae consuelo a los que sufren, es decir, a los creyentes. Porque su credo dice que todo es destrucción. Y no importa. Está bien. Qué digna derrota.