Capítulo 14: Panegírico al aburrimiento

A pesar del invierno hace calor. Como si de pronto el mes de julio hubiese perdido la memoria. Caminás invisible por Maipú en dirección a la Municipalidad con la renuncia segura dentro de la mochila verde y los auriculares puestos. No time left now for shame. Horizon behind me, no more pain. Windswept stars blink and smile, another song, another mile. Antes almorzás en lo de Marta el plato del día: un guiso de lentejas con panceta y chorizo colorado que todavía repetís. Le contás que vas a renunciar, que tu furia inicial por hacer justicia (si es que alguna vez te sucedió tal cosa) se aplacó hace mucho, que no sabés si tu trabajo sirve para hacer justicia (mierda retórica) o para profundizar los privilegios de los que la moldean (sí, lo sabés), de los que te pagan el sueldo, al rato le decís que sí lo sabés, que esos que te pagan el sueldo son los verdaderos hacedores de la fatalidad de la vida cotidiana, que te mandan a proteger a los que ellos protegen cuando les es conveniente, que cuando les es conveniente te ordenan soltarles la mano, que el héroe de Lomas de Zamora hacia el mundo perdió la gracia (aunque sabés que nunca la tuvo), que tus dilemas se amplían cuando cruzás el aqueronte por Camino Negro, que seguro serás más útil perdiéndote en la masividad del anonimato. Entonces Marta, que te quiere mucho, tanto como una novia caliente al borde del llanto, pasa de la alegría inicial a las recomendaciones sobre qué vas a hacer con tanto tiempo, de qué vas a vivir y todas esos lugares comunes que te aburren. Para tranquilizarla le decís que acaso retomarás los estudios en la Unla, que podrás ayudarla en el bar, que podrás pedir una recomendación a las autoridades para reinsertarte en el mundo visible, que tal vez cada tanto podrás salir a robar, que total no te van a poder descubrir. You read the line every time. Ask me about crime in my mind. Ask me why another road song. Funny but I bet you never left home. Marta te escucha lo de robar y te mira sonriendo esperando el remate del chiste con un gesto, una palabra, una onomatopeya al menos, que no le das y se da cuenta de que hablás en serio y baja la mirada pensando que la mejor opción será tenerte con ella. Le decís que seguro te irás a pasar un tiempo a San Marcos Sierras, que tenés un amigo allá de cuando estabas con Tony. Le decís que no encontrás demasiada diferencia entre tu trabajo y salir a robar un kiosco, o un supermercado, o una concesionaria de autos, o un banco. Le decís que todo te aburre. Te aburre el léxico violento de los primeros capítulos mal copiado de la cárcel o de las malas series sobre las cárceles. Te aburre tu castigo a los malos. Te aburre la novedad de la intromisión invisible en la vida ajena, te aburre ver sin ser visto, te aburre espiar empresarios, oler comisarios o ver morir dictadores mientras cagan. Todo te aburre. El amor de Marta se traduce en la humedad de sus ojos a un paso de las lágrimas, entonces le mentís, tranquila, Marta, no me da el coraje para afanar, prefiero seguir siendo un perro gregario de los dueños de la provincia. And on a good day, I know it ain’t every day. We can part the sea. And on a bad day, I know it ain’t every day. Glory beyond our reach.

El Homoinvisible por Banfield. Por Vero Ocantos.

Llegás al paso bajo a nivel peatonal que te llevará al lado oeste de Banfield, caminás por Alem, te gusta esa zona llena de caserones y garitas de seguridad y autos gritones que superan el máximo permitido. Los árboles entrelazan las uñas verdes en el medio de la calle para hacerte sombra, caminás lento, sabés lo que vas a hacer y lo que vas a decirle al intendente que te está esperando ansioso, quiere una solución a sus asuntos político-policíaco-matrimoniales. Tirás la colilla sobre el asfalto, permanecés invisible, sabés que no hace falta recurrir al ardid para no ser visto pero igual lo hacés, te queda el gusto áspero del tabaco en el paladar alto y te ponés un Beldent en la boca. Fourteen seconds ‘til sunrise. Tired but wiser for the time. Lightning thirty miles away. Three thousand more in two days. Seguís por Alem, los runners te esquivan sin saberlo, una chica te pasa tan cerca que te maquilla con su antitranspirante y su transpirado. Estás cerca de la casa de Sandro, te acordás cuando estuviste en su fortaleza sin invitación y te reís fuerte. Doblás en Portela hacia la derecha, disminuís la marcha, no querés llegar, no te asalta ninguna duda, la decisión está tomada, solo te da paja todo el asunto, las explicaciones, los ruegos de Iturralde para que te quedes, la presunta promesa de un aumento de salario, las adulaciones mentirosas, la revelación de la participación estúpida de su estúpida esposa en la muerte del presidente del club de fútbol más famoso del país. Todo eso te da paja y por eso aminorás el paso de tu marcha, te decís que esperen, te decís que ya casi no sos empleado de ellos, te decís que la vida que viene te resulta una incógnita oscilante entre la tristeza por lo no cumplido y la tristeza por lo que no vas a hacer. And on a good day, I know it ain’t every day. We can part the sea. And on a bad day, I know it ain’t every day. Glory beyond our reach. Prendés otro cigarrillo, te sentás en la plaza frente a la fachada anodina de la Municipalidad, te decís que el arquitecto que ideó la mole de malos tratos al vecino tenía un mal gusto arquitectónico como el intendente en la elección de su esposa, te decís que la esposa del intendente tampoco ha tenido buen gusto en su elección. El poder es el paradigma del mal gusto. No de la corrupción, no de la fiesta, no de la guita fácil, no de cogerse a todo el mundo, no de estar en la cima de algo. El poder es el paradigma del mal gusto. Tirás el cigarrillo, lo pisás como con bronca, le pegás un vistazo a la escuela, a la calesita, al teatro, a la catedral, a los negocios cegados por el ruido de colectivos, motos, autos y patrulleros sobre Yrigoyen. Te levantás y solo te hacés visible al entrar al palacio. Enseguida uno te dice que Bruno te está esperando, que ya sabés dónde. Pensás en esa manía antipática de llamar por el nombre de pila a los políticos, qué marketing berreta el de la imagen amigable, joven y familiera. Son iguales o peores que los anteriores solo que a aquellos los conocíamos por el apellido, el hijo de puta de Pérez, la corrupta de González, el narco Hernández, la empresaria Martínez. Qué burrada. Ooh, on a good day, I know it ain’t every day. We can part the sea. Ooh, on a bad day, I know it ain’t every day. Glory beyond our reach.

Te dice que tomes asiento, que si querés un café, que llegaste tarde y tiene una reunión. No dice “otra reunión”, dice “una reunión”. Lo escuchás sin oírlo durante un rato. Alcanzás a escuchar algo de una internación, de depresión, de nervios y el nombre de su esposa. Te repite una pregunta. Te pregunta sobre la muerte de Mario, así le dice, contame sobre la muerte de Mario. Antes de hablar sacás tres cosas de adentro de tu mochila verde en este orden:

1º Sacás un IPhone 11 pro verde noche y lo ponés sobre el escritorio.

2º Sacás un smartphone Gresso Regald R1 cuerpo de titanio y lo ponés sobre el escritorio.

3º Sacás la renuncia tipeada unas horas antes en tu casa e impresa en tu Brother HL-1200 monocromática unas horas antes.

Le decís que ahí está todo lo que tiene que saber, ves la cara de estupor de Bruno y te vas. Acaso en algún momento sepamos los detalles. Saludás y ya no escuchás a Bruno porque te ponés los auriculares, te hacés invisible y te vas. A aburrirte en el epílogo de tu vida vieja te vas.

El Homoinvisible por Banfield. Por Vero Ocantos.