Tengo la suerte de que mis amigos anti-menemistas vienen a casa, vienen desde lejos a visitarme, traen alimentos en tuppers, yo les comparto maníes con cerveza, nos llevamos bien, cada uno por su lado.

Mis amigos antimenemistas se quieren ir del país igual que los menemistas a los que han dejado de seguir por estas redes.

Mis amigos antimenemistas hacen de todo un poco, pichulean, juegan a varias puntas, acosados por jefes homosexuales viven de la herencia -que ellos mismos van a gravar con la más alta de las penas si votar pudieran en una amplísima asamblea de excontribuyentes del rumbo nacional.

Mis amigos antimenemistas son gays no declarados como Corach, el hombre que vivía de engañar a los reporteros.

Mis amigos antimenemistas se van del país: me traen sus últimas provisiones y me dicen “cuidámela a la vieja”. Yo les digo que sí, que va a estar todo bien, mientras me como lo que queda de su chocotorta -lo último que habrán hecho bien antes de morir en la frontera –tísicos y sifilíticos, como Walter Benjamin.

Mis amigos antimenemistas están flacos como Moura en el 88. La homosexualidad pobre de pensión los tiene así, y el cuidado de gatos, su dedicación exclusiva a la atención de las enfermedades de esas crías con las que comparten un catrecito por amor a la existencia libre de todo deseo egoísta los tiene así.

La vida va a morir y la libertad homosexual de pensión, pero nunca el deseo anti menemista de irse del país y traer regalos para todos lo que no pudieron acceder a cuotas, papeles en regla, bodegas de barcos pesqueros chinos clandestinos:

Ellos se van pero vuelven envueltos en pieles de Katmandú (regalos costosos para los trolos de acá), traen réplicas de las últimas colillas que los Beatles fumaron en Abbey Road unidos tranquis, los chopitos de Hemingway-suicidado-por-la-sociedad en Cuba, las granadas de Guevara clonadas por la CIA (un recuerdo de otras guerras de inteligencia)…

Mis amigos eminentemente antimenemistas me desprecian pero tienen la decencia de no decírmelo, en cambio, traen brownies de droga para que yo también pueda viajar –en solidaridad con los reprimidos.

Ellos pueden lo que otros también antes podían.