Siento que todo lo que pueda escribir hoy ya fue escrito.

Desde mi pseudo privilegio me encuentro en casa, sabiendo que por un lado pongo mi granito de arena para cuidarnos a todos, pero a la vez, batallando con problemas psicológicos típico de una persona adicta al trabajo, con problemas para dormir, con ataque de pánico y dolores de estomago.

Me pongo a leer, me pongo a pensar, camino por las paredes mientras veo como el mundo está cambiando, como los países debaten cambios estructurales que definen un cambio de paradigma para ya nunca volver a ser los de antes.

Los empresarios por fin entienden que significa perder, pero no se rinden tan fácil y amenazan empleados que nada pueden hacer en medio de una crisis sanitaria.

Los actores no tienen trabajo y las luces y las cámaras se apagaron.

Los cines se cerraron y las butacas vacias reflejan un mundo abandonado. Los médicos son los verdaderos héroes, en realidad, siempre lo fueron pero nunca lo vimos.

La iglesia nos quiere convencer de que si no prendemos velas a santos o no tenemos fe, nada va a cambiar, pero bien podrían donar gran parte de la riqueza que tiene el Vaticano y asi aportar algo positivo por una vez en la historia de la humanidad. Pero piensan que de esta forma están cambiando el mundo.

Ya no me sorprende nada, ya no creo en nada, solo observo, comprendo y me inspiro.

Paraguay por fin es consciente que precisa de médicos ni docentes, y eso me hace entender aun mucho más por qué nuestros hermanos paraguayos vienen a Argentina a buscar un presente y futuro mejor.

Las potencias mundiales no aprendieron de sus errores, de sus grandes e históricas guerras, y hoy su gente vuelve a morir injustamente.

Mientras, nosotros acá, encerrados, valorando mucho mas el amor, los besos, los abrazos que nos han sido negados.

Porque esta guerra se basa en querer sacarnos el amor, en obligarnos a ser máquinas, a aferrarnos mas a las tecnologías que son cura y enfermedad a la vez.

Esta es una batalla entre el bien y el mal, donde el odio va ganando la batalla, pero creo con todo el corazón que no ganara la guerra.

El mundo y nosotros quizás, habremos cambiado para siempre y para bien, valoraremos y creeremos mucho mas en el amor.

El amor hacia nosotros mismos, que traiga con el, conciencia de clase, el amor hacia los animales que traiga con el, hábitos alimenticios que no impliquen nunca mas crueldad hacia ellos, el amor que traiga con el, menos celulares cuando estemos en familia, y mas charlas y risas cuando volvamos a ver a nuestros abuelos.

Un amor que nos haga mas empáticos a pesar de las distancias.

Mañana, cuando esto termine, vamos a disfrutar mucho mas del sol entre nosotros, del cantar de los pájaros y vamos a comprender mucho más a las personas que tenemos al lado.

Aprenderemos a que no hay que dejar para mañana lo que podemos hacer hoy, y esto resulta fundamental en este aprendizaje después de la crisis. Ser resiliente es mas difícil de lo que creemos pero es algo que se puede alcanzar.

Mientras escribo esto mi corazón se acelera y me cuesta respirar, como una paradoja me encuentro luchando con unos demonios mientras escribo sobre el amor.

Los abrazos van a volver, la paranoia se ira, la tierra respirara y la sociedad será otra.

Al menos, desde mi ventana y bajo un cielo lleno de esperanzas, realmente asi lo creo.