Quienes lean mis columnas de los viernes sobre la situación de la Covid saben que trato de ponerle moderación a mis opiniones. El motivo es claro. Se trata de un problema de todos los argentinos sin importar sus ideologías. entonces se busca aportar a la discusión con datos y análisis lo más asépticos posible, sabiendo que la política es algo que ocurre en todos los ámbitos de la vida. Nuestros remanidos enfrentamientos como argentinos entre unos y otros no aportan soluciones contra la pandemia, y así parece haberlo entendido una gran mayoría de ciudadanos y dirigentes políticos.

Sin embargo, es difícil mantener este equilibrio cuando un sector de la población que ya empieza a ser preocupante milita abiertamente por la enfermedad y la muerte. Algunos con posiciones aparentemente más racionales tomando los efectos perjudiciales de la cuarentena como argumento, otros promoviendo sin amagues el contagio masivo para lograr la fantasiosa inmunidad del rebaño o haciendo gala heroica de sus incumplimientos sobre el aislamiento social en nombre de la libertad.

El problema en este debate es que, precisamente, no hay debate. Todos los números, estadísticas, situación de otros países, opiniones de especialistas o asociaciones de especialistas, proyecciones, comparaciones con otras enfermedades o cualquier aportación con un mínimo de rigor científico sostiene que el aislamiento es el único método conocido para combatir la enfermedad. Podrá haber soluciones mejores, sin duda, pero no han llegado. Muchas y de variados enfoques se están desarrollando mientras usted lee estas líneas.

También están muy claros los efectos de levantar las cuarentenas con los contagios en alza, no sólo en vidas sino en pérdidas económicas. Los anticuarentena no van a poder alegar ignorancia si todo se desmadra por seguir sus consejos. Este bendito 2020 fue un baño de conocimiento infectológico para toda la población humana como para que después salgan a decir que le pifiaron sin querer o sin saber. La gran mayoría de los actores anticuarentena tienen plena conciencia del riesgo sanitario al que nos están exponiendo y siguen adelante por ambiciones personales, prejuicios ideológicos o desvaríos marketineros. No son simplemente víctimas o ciudadanos que defienden sus convicciones, como ellos mismos se presentan. No sólo incumplen el decreto de un presidente, acompañado por grandes sectores de la oposición. También violan el Código Penal, la Constitución y un sinfín de tratados internacionales. Además de volver inútiles las medidas de aislamiento que con mucho esfuerzo son acatadas por la mayoría. Ellos mismos sabotean la cuarentena, mientras dicen que no funciona.

La trampa discursiva radica en que la cuarentena es realmente una mierda. Nadie lo niega. Nadie quiere esto, ni se enamora de esto, ni se beneficia con esto, pero que el remedio sea una mierda no quiere decir que no funcione. Hay que buscar soluciones a largo plazo para mejorar nuestra calidad de vida, pero eso no es instantáneo. Abrir todo a tontas y a locas o ir probando riesgosamente para después volver para atrás, tendrá consecuencias catastróficas.

Por eso, volveremos a la senda de los datos para rebatir ocho de las falacias anticuarentena más populares por estos días.

Primero, algo de contexto

La posiciones anticuarentena no son argentinas ni mucho menos. Tampoco son sostenidas por locos o ignorantes o no al menos exclusivamente. De hecho podemos tomar el ejemplo de dos países muy concretos, liderados por presidentes abiertamente anticuarentena. Brasil y Estados Unidos. Los dos países con más muertos y contagiados del mundo. Entre los dos suman más de un tercio del total global en ambas categorías, con números que no paran de ascender.

Empecemos por lo menos importante: la economía. Hay dando vuelta muchas proyecciones para este año hechas por el FMI u otros economistas. Si bien también refuerzan la postura de este texto, las vamos a ignorar. Después de todo, ¿cuándo acertaron estos muchachos algún pronóstico? Los economistas son los únicos académicos en el mundo que pueden hacer una carrera exitosísima sin haberla pegado nunca.

Este análisis podremos hacerlo seriamente a fin de año y ver si levantar todas las restricciones ayudó significativamente a la economía. Por lo pronto se pueden observar algunos datos. Las bolsas del mundo se desploman y no hacen excepción las de estos países (ni la nuestra). La caída de empleo es record en Estados Unidos y Brasil no está mucho mejor. Ambos gobiernos han implementado ayudas económicas muy fuertes para seguir sosteniendo algo de actividad, que sin embargo no detiene su caída. Estamos ante un desastre de proporciones históricas que, como ya se dijo mil veces, no es producto de la cuarentena sino de la pandemia.

Pero vayamos a lo importante, la salud de los ciudadanos, haciendo una extrapolación simple entre los casos y muertos en los países de Bolsonaro y Trump, si hubieran ocurrido en Argentina y en Bahía Blanca.

Con datos al 8 de julio, Brasil tenía 1.716.196 contagiados y 68.055 muertos, sobre una población de 211.420.000 habitantes. Si traspasamos esos datos a nuestro país (45.377.000 de habitantes), estaríamos afrontando unos 368.000 contagiados y más de 14.000 muertes. Recordemos que al día de hoy los números son 90.963 y 1.749, respectivamente. En Bahía (301.531 habitantes), la situación también sería catastrófica. Casi 2.500 contagiados, con 97 muertos. Hoy los números son 233 y 7, menos de diez veces en ambas estadísticas.

Si nos comparamos con Estados Unidos, el panorama es aún peor. La capital del liberalismo económico tiene 3.158.932 enfermos y 134.862 fallecidos, sobre 331.800.000 ciudadanos. Se está por contagiar apenas el 1% de su población. Si llegara al 60%, como para sostener lo de la teoría del rebaño, estaríamos hablando mínimamente de 8 millones de muertos, más o menos las poblaciones completas de Suiza o Paraguay. Y ya también sobredemostrado está que los grandes picos de contagio aumentan la mortalidad, así que se puede esperar que ese número crezca enormemente. Otro punto que evitan decir los anticuarentena.

Si Argentina tuviera los porcentajes yanquis, estaríamos contando 432.000 contagiados (seríamos el quinto país del mundo en este ranking) y 18.400 muertos (novenos a nivel global). En Bahía Blanca, ya con el sistema de salud estallado, sumaríamos 2870 casos y 122 muertos. Sería interesante ver cómo los anticuarentena siguen defendiendo la libertad en ese contexto, o los derechos de los comerciantes a vender apenas un 10% que durante la fase 3, a costa de la salud de toda la población. Ojalá no lo tengamos que ver nunca.

Ocho falacias anticuarentena

Falacia 1: Comparar las muertes por coronavirus con cualquier otra causa de muerte

Un clásico. Ya desde los primeros días de la covid circulaban estos gráficos comparativos, minimizando la gravedad de la enfermedad. Con el tiempo, a medida que aumentaban los fallecidos por el coronavirus, se iban acabando las comparaciones al punto de llegar casi a desaparecer de los argumentos de los anticuarentena.

El más famoso, que llegó a ser considerado engañoso por Chequeado, era este:

Se tomaban los muertos por día de la covid hasta ese día y se la consideraba menor ante otras enfermedades, incluida la tuberculosis, primera de la lista, con más de 3000 muertos cada 24 horas a nivel global. En la actualidad, los muertos por coronavirus superan los 5.000 diarios.

Cuando este gráfico quedó obsoleto se empezaron a agregar otras causas: tabaquismo, accidentes automovilísticos, narcotráfico, guerras, desastres naturales, asesinatos y, mi preferido, la desnutrición. Para algunos de este repertorio les espera un destino similar al de las enfermedades de la lista anterior: quedar sepultados por la letalidad de la pandemia. Sin embargo algunos siguen en pie, con este argumento: si no paramos el mundo por estas catástrofes ¿qué sentido tiene hacerlo por la covid?

Ojalá la humanidad entera parase para combatir varios de estos males pero, desgraciadamente, ordenar cuarentenas globales no le va a sacar el hambre a nadie. Podrá tener un valor simbólico, como esos megarecitales que se hacen en el primer mundo para concientizar sobre la hambruna, pero no mucho más. Para lo que sí funciona el aislamiento social preventivo y obligatorio es para frenar la transmisión del Coronavirus. No hay simbolismos ahí.

Es más, la falacia es tan endeble que varias de las causas que se nombran (accidentes de tránsito, asesinatos, guerras) también bajaron con el aislamiento obligatorio, lo que termina siendo otro argumento más a favor de la cuarentena.

Falacia 2: Se mueren 32.000 personas por año de neumonía y nunca se hizo cuarentena

Esta es un desprendimiento de la falacia anterior. Cuando la comparación entre cantidad de muertos se volvió desfavorable, los anticuarentena cambiaron el enfoque, inspirados en la gripesiña de Jair “Covid positivo” Bolsonaro. Una apelación al heroísmo de resistir las fiebres y las toses en nombre de la blanca Argentina trabajadora.

El argumento en sí es tan flojito que no se sostiene, pero se usa seguido. Es similar a que digan “como ya perdiste una pierna, no tiene sentido preocuparte por perder la otra”. Una apelación a la resignación general, que nos hunde cada día en un mundo peor.

Lo más débil es que puede volverse rápidamente en un argumento a favor de la cuarentena ya que, al tener similares métodos de prevención, no sólo se disminuyen los casos de covid, sino también los de neumonía, como ya están demostrando las estadísticas.

Falacia 3: Estamos parando el país por una enfermedad que afecta al 0,0X por ciento de la población

Esta falacia es la reina de las falacias. Obviamente que afecta a poca gente: ahí radica el éxito de la cuarentena. Si estuviéramos en niveles bolsonaristas de contagio, aún con ASPO, estaríamos todos buscando otra alternativa. Sin embargo como funcionó, seguimos con el mismo plan.

Lo que se evitó con la cuarentena son los números de Brasil o Estados Unidos, de los que hablamos antes. Contra esos datos en constante aumento. tienen que evaluarse los rendimientos. Con la cantidad de vidas que se han salvado desde entonces (115 bahienses, 17.000 en Argentina).

Parrafito aparte para el “se paró el país”. No se paró el país. Se redujo la actividad considerablemente pero la economía está bastante lejos del cero. En Abril, el mes más restrictivo, la caída fue del 26,4% interanual. Un desastre. Record histórico para nuestro país. Pero fue el piso. Desde entonces, se fueron abriendo y regulando cada vez más actividades y los actores de la economía se fueron acomodando a la nueva realidad. Si no dejamos que los contagios se disparen, aunque tengamos que bajar de fase de vez en cuando, la actividad va a seguir recuperándose. Si el Coronavirus se acelera, tarde o temprano volveremos a fase 1 y habrá que empezar nuevamente la reconstrucción económica.

Falacia 4: Hay países que no tuvieron cuarentena y manejaron el Covid

Primero fue Gran Bretaña pero su primer ministro se infectó de covid y pasaron a elogiar a Japón. Después de que los nipones tuvieran que endurecer los controles por rebrotes, el halagado pasó a ser Suecia. Cuando las autoridades nórdicas hicieron una fuerte autocrítica por no haber sido más rigurosos, señalaron a Chile. Cuando los trasandinos se convirtieron en uno de los países con más casos por millón de habitantes del mundo, saltaron a Portugal. También hubo tiempo para Irlanda o Singapur y todos fueron subiendo o bajando de acuerdo a los brotes de contagio que tenían. Actualmente el ejemplo es Nueva Zelanda. Imagino en este momento a muchos libertarios buscando países pequeños, isleños, bien aislados del mundo, para seguir saltando de casillero en casillero con su teoría que no se sostiene ni teórica ni prácticamente.

Este cambio de camisetas permanente tiene como objetivo que no se note el verdadero modelo que están proponiendo: el bolsonarista, el trumpista, el que prefiere millones de muertos antes que una caída de la bolsa o un estrés para los mercados. No tienen un plan. Su idea es abrir todo y que pase lo que tenga que pasar.   

Falacia 5: Los comerciantes cierran por la cuarentena

Este es uno de los puntos más incómodos porque la desesperación de la gente exige medidas urgentes que no van a llegar, a menos que el Estado aumente su intervención. Sin embargo, le pifian en el origen. Algunos bienintencionados, pero confundidos por los cantos de sirenas de la supuesta libertad.

Es como echarle la culpa del dolor de cabeza a la aspirina. La cuarentena frena la propagación de virus, logrando que los distritos puedan llegar a fases menos restrictivas. Sin cuarentena, con los hospitales y las morgues saturadas, los comerciantes van a vender todavía menos que ahora. Abrir todo así no más es pan para hoy, hambre para mañana. Con los agravantes de que el pan de hoy tampoco va a llegar y mañana podemos estar muertos por Covid y no de hambre.

Sigo con las malas noticias. La caída económica es mundial y da para largo. Van a cerrar miles de negocios en Argentina, como está pasando en todos lados. Y eso, a esta altura, ya ni siquiera tiene que ver con el Coronavirus. El sistema mismo se puso en crisis, con descensos espeluznantes de inversión o comercio entre los países. La torta, que ya era chica, se achicó todavía más.

Ya se han hecho todas las comparaciones posibles: con la Gran Recesión de 2008, con la crisis argentina del 2001, con la depresión global de 1929-1930. En ninguno de esos casos hubo necesidad de un virus o una cuarentena y sin embargo se llevaron puestos a miles y miles de comerciantes menores y de trabajadores.

Se entiende el dolor y la desesperación de todas las pymes y cooperativas que quedaron desamparadas ante esta nueva normalidad, pero la solución no es menos Estado. Todo lo contrario. El impuesto a los ricos podría ser un motor de gran alivio para los comerciantes, que se podría sumar al programa ATP, a los créditos a baja tasa, al congelamiento de naftas y tarifas u otras medidas específicas de cada sector.

La equivocada relación que hacen entre las causas y los efectos de la realidad económica actual promueve tragedias sociales sin siquiera solucionar los problemas que se usaron como excusa. Esto ni siquiera es una opinión. Hasta La Nueva Provincia sostiene que las ventas no aumentaron en Bahía Blanca con menores restricciones, concordante con la realidad en otros lugares del país o del mundo.

Pero aunque todo lo anteriormente dicho sea falso, igual sigue siendo un argumento inválido. El derecho a comerciar o trabajar no está por encima del derecho a la vida, por más que muchos no estén de acuerdo (sobre todo si se trata de la vida de los otros).

Falacia 6: Si no levantamos la cuarentena la gente se muere de hambre

Vamos a ignorar el hecho de que el hambre existía antes de la pandemia porque debería ser nuestro objetivo terminar con esta desgracia, sea cual sea el contexto. Igual, sigue siendo falso.

Según el informe sobre las ventas minoristas de Came (Confederación Argentina de la Mediana Empresa), la caída en el rubro Alimentos y Bebidas fue del 19,4%. Terrible. Un palazo, pero muy benigno al lado de otros sectores de la economía. Sin embargo el informe supone como justificativo de este descenso el traslado del consumidor hacia el mercado mayorista o las ventas online, dos variables que no contempla el estudio.

El Indec sí habla de las ventas mayoristas y le da la razón a Came. En el interanual, con pandemia y todo, las ventas totales crecieron un 0,2% pero si se desglosa por rubros, vemos que los alimentos traccionaron estos números con crecimientos altísimos: verdulería y frutería (86,6%), lácteos (65%) y almacén (63,1%). La venta online es mínima en los rubros alimenticios, pero tuvo un crecimiento interanual del 350%, hasta llegar al 4,3% del total de ventas y se impone como nueva metodología a la que adaptarse.

A estos datos hay que sumarle que el relevamiento de ventas minoristas de Came incluye alimentos y bebidas que no se consideran esenciales y que fueron de los primeros recortes que hicieron las familias con la crisis. La realidad es que no hay menos alimentos en la calle que antes y esto no tiene porqué cambiar. En todo caso el debate será cómo se financia ese apalancamiento del consumo (Tarjeta Alimentar, IFE, AUH, etcétera). Desde este espacio, seguimos recomendando que el dinero salga de los que más tienen o de los acreedores de deuda, externa e interna.

Y también por supuesto tenemos en Argentina ese enorme aparato solidario de la sociedad que suele actuar aún con más esmero en situación críticas, conteniendo no sólo la panza de muchos compatriotas sino también su estado emocional.

Un argumento más intuitivo por el que se puede suponer que no hay hambre es la falta de noticias y denuncias públicas al respecto. En un país donde parece un deporte tirarse muertos por la cabeza desde todos los sectores, los anticuarentena, de fuerte presencia mediática y virtual, ya habrían dado a conocer estos casos. O al menos desbordes sociales que den cuenta de esta problemática. El silencio absoluto en materia de datos es el indicio más contundente de esta falacia.

Falacia 7: El pueblo no tiene paciencia para una cuarentena más estricta

Más o menos con estas palabras, se disculpó el odontólogo Adrián Jouglard, funcionario bahiense por el que venía teniendo bastante respeto por su manejo de la pandemia, al no haber solicitado a la provincia de Buenos Aires la baja a fase 1. No inventó él este argumento anticuarentena, aunque le puso sus palabras.

El problema de esta falacia es que supone que hay una alternativa. La nueva realidad, la mierda esta que nadie eligió es esta: vamos a estar rebotando entre fase 5 y otras fases más restrictivas por un tiempo indefinido, que quizás sea para siempre. Si las cosas se hacen con responsabilidad, se bajará a fase 4, quizás una o dos semanas en fase 3 cada tanto. Si las cosas se hacen mal, el rebote terminará en fase 1, ya con los hospitales explotados. Algunos quizás nunca lleguemos a conocer la fase 5, pero lo único seguro es que cada tanto se va a bajar de fase ante la aparición de brotes.

Hacerle creer a los ciudadanos que quizás haya otra alternativa es altamente irresponsable porque lo único que hace es disminuir ese recurso tan preciado en estos momentos que es la paciencia. Hay que fomentar la tranquilidad y acompañarla desde el Estado de la mejor manera posible, no minarla con comentarios tribuneros.

Habría que recordarle a los que sostienen esta falacia, sobre todo si son funcionarios, que la Constitución Nacional y cualquier otra regulación humana desde la Revolución Francesa pone a la vida por encima de la paciencia y no sólo por la importancia evidente, también porque una se puede recuperar. La otra no.

Falacia 8: Si no nos empezamos a contagiar esto no va a terminar nunca

Supongamos por un momento que la lógica del rebaño es cierta y que la mejor forma de pasar esta pandemia es lo más rápido posible. Es la estrategia no declarada de Trump, Bolsonaro y los interesados económicos en la anticuarentena. Un horizonte en que los países más tibios perdieron tiempo con las restricciones y van a salir fortalecidos en el nuevo orden mundial.

Es cuando menos paradójico que muchos promuevan un escenario de tragedia sanitaria y trauma social de esa naturaleza en nombre de la libertad, pero además ni siquiera es viable. Como dijimos en la intro, Estados Unidos apenas está llegando al 1% de su población. Brasil ni siquiera eso. Les llevó meses llegar hasta donde están, ¿cuántos años de muerte y terror le quieren hacer pasar a sus poblaciones en nombre de la inmunidad del rebaño? ¿No es más prudente aceptar la nueva realidad y tratar de adaptarse a ella mientras la ciencia nos da soluciones menos violentas?

Encima, para derribar aún más esta falacia, ni siquiera sabemos que las personas no puedan volver a contagiarse. No hay estudios serios que sostengan esto ni los va a haber, probablemente. Recién lo sabremos en un año o dos, cuando se compruebe en la cancha si los anticuerpos de los infectados duran para siempre o pierden fuerza con el tiempo, como pasa con muchas gripes y enfermedades virales, muy emparentadas con este nuevo Coronavirus.

O sea que existe un riesgo muy grande de que cuando el porcentaje de casos suba hasta acercarse a la teoría del rebaño, los viejos contagiados pierdan su inmunidad y vuelvan a ponerse en la cola de posibles víctimas, convirtiendo esta estrategia contra la pandemia en la más estúpida y genocida de todas.

Final con situación bahiense

Este el gráfico de los contagios desde que el primer caso local arribó a la ciudad ¿Quién puede sostener con un grado mínimo de proyección a futuro que no tenemos que retroceder de fase? La recomendación de infectólogos y especialistas a la que adherimos humildemente en este artículo es volver a fase 1, pero a esta altura ya se agradece hasta la fase 3.

Durante la semana, el gobierno de Héctor Gay pidió una cuarentena voluntaria que nadie acató. Recibió infectólogos, dijo que iba a volver a fase 1, después dijo que no. Quisieron especular con que Kicillof tome la decisión por ellos, cambiaron dos veces el horario de entrega de datos (hubo un día que anunciaron un solo caso y horas después agregaron los que faltaban). Pablo Acrogliano, secretario de salud, tuvo tiempo hasta de apelar a la teoría del rebaño y de decir que los jóvenes no mueren por Covid, el mismo día del fallecimiento de un trabajador de Sapem de 25 años.

La triste conclusión es que Gay está perdido entre lo que sabe que tiene que hacer y las puteadas de los anticuarentena a los que les hemos dedicado este artículo. Ya hace cinco días y contado que tendría que haber solicitado el cambio de fase. Los costos y vidas humanas que se pierdan por esa demora son de su exclusiva responsabilidad.

A partir del lunes, los días también empezarán a contar para el gobernador.