Hace tiempo que vengo pensando cómo contar lo que ha significado para mi vivir adentro, empezando por la frase misma. A diferencia de gran parte de la sociedad (estimo, la verdad es que no lo sé), vivir adentro para mi significó mucho más que no poder moverme libremente por múltiples espacios físicos y estar pendiente del barbijo, alcohol en gel y la distancia social, de hecho esta última medida me resulta maravillosa y quizá después de todo esto deberíamos mantener una distancia prudente respecto a lqs demás. Ambiciono con la idea de terminar de una vez por todas con lqs cariñosqs compulsivqs, faltqs de afecto, que invaden sin permiso lo que conocemos como: espacio personal.

Creo que mi atención a la gripe C existió solo en el momento en el que me hice consciente de cuán imprudente era demandar a toda una comunidad colocarse un tapabocas, para entonces respirar el mismo aire que exhalamos durante meses, o cuan absurdo resultaba limpiar la piel con alcohol constantemente (me han bañado las señoras tras el mostrador con su maldito spray de mano, por momentos creí estar en uno de los mundos de Ray Bradbury; no voy negar que me sentí especial), sin fomentar el consumo de alimentos orgánicos tales como cebolla, jengibre y limón, y propiciar el lavado de manos con jabón común y corriente. Hubo una tarde en la que enloquecí al enterarme de que la ciudad entera estaba tomando cerveza en un mismo lugar, pero resultaba impensado habilitar los espacios verdes para que pudiéramos poner en movimiento nuestro cuerpo. No me malentiendan, creo que era necesario habilitar muchos locales por una cuestión lógica financiera, lo que no termino de entender es la selección de esos locales: las cervecerías/cafeterías, productos que mayormente se consumen en compañía, si, ¿pero los gimnasios no? Las escuelas privadas de Bahía Blanca ya se encuentran habilitadas, pero mi hermana, quien accede a una escuela pública, no pudo terminar su último año de secundario en un curso que literalmente está compuesto por seis alumnos. Ni hablar del teatro y el arte en general, podría extenderme demasiado y creo que era esperado buscar marginar a la palabra consciente y el movimiento que despierta. En resumidas cuentas, mi atención a la gripe C comenzó en el momento exacto en el que me hice consciente de que lejos de proteger nuestra salud, estábamos dañando gradualmente a nuestro sistema inmunológico, en muchos casos de manera irremediable. Supongo que solo somos muchos ignorantes que temen el acceso a la información que posibilitará una mejor estadía dentro la materia física que permite que existamos, como lo es nuestro cuerpo. O a nuestros líderes nunca les interesó velar por la salud de su pueblo en primer lugar.

Todo esto solo por mencionar algunas de las cicatrices que cargaremos a causa de este año. La verdad es que en lo particular, emocionalmente me vi muy afectada. Tras la experiencia, por momentos horrible, de tener que convivir únicamente con la voz de mi cabeza, me encontré sumergida en lo más profundo y oscuro de mi mente, solo quería salir corriendo, golpear muchas puertas, pegar sopapos fuertes con la palma de mi mano y odiar, quería odiar a todqs y todo por igual. Muchqs autocríticqs, que no tienen una relación amable consigo, supongo se identificaran con el hecho de escuchar algo así como un susurro constante: no sos suficiente y nunca lo serás, ¿Por qué te expones?¿ A quién querés engañar? Nadie nunca va a pensar en vos como un corazón noble, probablemente nunca nadie sepa que alguna vez existió rastro de aquello porque a nadie le interesa, a nadie le importas; esa gente que no te conoce te señalará con el dedo y dirá tu nombre al mencionar una lista detallada de malas feministas y tu única amiga finalmente se rendirá pues has perdido todo respeto hacia vos misma, has recorrido lo tóxico de tu ser sin cancelarlo, reprimirlo, eludirlo hasta el hartazgo para nunca sacarlo a la superficie, darle vueltas y cuestionarlo hasta entender en qué punto de esa repetición podrías cambiarlo.

Creo que esta generación ha perdido el corazón en busca de lo correcto y temo que el shock de imágenes nos haya privado de concebir al error como experiencia. En mi soledad velé por cada una de nuestras historias, entendiéndome como apenas un suspiro de esta tierra, pues necesitaba perdonarme a mí también. Para ello debía aceptar que existe en mi una masa espesa y negra, debía de alguna manera materializarla para sacarme toda esa m*erda disney de la cabeza. Supongo que hay algo del ego que no nos permite creer que en algún punto todqs albergamos dentro nuestro un pedacito de miseria, quisiera que todo lo que nos rodea emane olor a caca, al menos por un tiempo, tal vez así nos haríamos conscientes de lo que estamos consumiendo.
Tuve el privilegio de trabajar en este año tan siniestro, lo que mental y emocionalmente me ha salvado, pero más allá de eso, tuve el honor de compartir espacio y labor con personas honestas que me han devuelto la fé en el verdadero significado de la dignificación del trabajo. Tuve la oportunidad de brindar un servicio y me tomé el atrevimiento de regalar una palabra amable de vez en cuando. Vi a muchas mujeres a lo largo del año recuperar la fuerza de su pelo, la confianza y sabiduría de sus canas. Vi a los señores arriesgar la vida por su familia exponiéndose en la fila de la cooperativa; no tuve oportunidad de preguntarle el nombre a este hombre en particular, pero todas las mañanas me saludó con un optimismo de otro mundo, creamos algo así como una relación de comentario esporádico; una vez me dijo: que chica tan cumplidora, cuando no estés toda la cuadra se preguntará qué pasó. Vi a mi compañera cumplir uno de sus sueños, crear dulzura con sus manos y aprender a confiar en el valor de su trabajo. Vi a una mujer llorar en las escalinatas de la municipalidad porque esa semana no había vendido absolutamente nada y vi a las chicas de Alsina, vestidas de negro, decir: vamos señoras que hoy no es ayer. Han pasado cosas realmente horribles y desesperanzadoras, pero creo que han ocupado mucho tiempo y espacio al día de hoy, creo que quizá es momento de permitirnos ver lo bello en el terror. Lo que mis ojos me han mostrado todos los días desde que empezó esto, que en algún punto podría denominar: el fin del mundo como lo conocemos… Se han enfocado en los destellos de luz de lo cotidiano ¿Cómo expresar esto que siento?
Hace algunos meses, una poeta que admiro confió en la fortaleza de mi palabra, me convidó un poco de valor y de esperanza y pensé ¿Por qué no? Llegué a soñar la posibilidad de plantear qué habría que cambiar en el mundo para crear un sistema en el que sea posible vivir del arte. Hay algo revolucionario en el acto de ofrecer una mano a la hora de contar la verdad, porque puede que esta sea horrenda, puede que nadie quiere oírla o verla, puede que la verdad sea por mucho tiempo una realidad solitaria en la que camines ciega. Pero existe esto respecto al arte y es que nada importa realmente y todo lo hace a la vez. El mundo de las palabras abre un lugar en el que una expone su ser, casi como un cuento, una ficción, una regala una parte de su alma a este papel autor sabiendo que existe la posibilidad de que nada nunca cambie, pero con la esperanza de que algún día una sola palabra baste para conmover un corazón y ese corazón al menos tenga siquiera la posibilidad de preguntarse: ¿Cuándo vamos a sentirnos como nos imaginaste?