El 8 de octubre nos levantamos con una buena noticia: la poeta estadounidense Louise Glück había ganado el Premio Nobel de Literatura. El motivo fue “por su inconfundible voz poética que con austera belleza hace universal la existencia individual”. En el marco de esta alegría, quería traerles algunas traducciones propias para poder acercarnos al mundo poético de Louise. ¡Espero que lo disfruten!



CONFESIÓN

Decir que estoy sin miedo

no sería verdadero.

Estoy asustada de la enfermedad, la humillación.

Como todos, tengo mis sueños.

Pero aprendí a esconderlos,

para protegerme a mí misma

de la satisfacción: toda felicidad

atrae la furia de las Moiras.

Ellas son hermanas, salvajes.

Al final no tienen ninguna emoción

excepto la envidia.


UN MITO SOBRE LA DEVOCIÓN

Cuando Hades decidió que él amaba esta chica

creó para ella un duplicado de la tierra:,

todas las cosas iguales, hasta la pradera,

pero había añadido una cama.

Todo era lo mismo, incluso la luz del sol,

porque sería difícil para una chica joven

ir rápidamente de la luz brillante a la absoluta oscuridad.

Eventualmente, pensó, introduciría a la noche,

primero como la sombra de las hojas que revuelan.

Después la luna, después las estrellas. Después sin luna, sin estrellas.

Deja a Perséfone que se acostumbre a esto lentamente.

Al final, pensó, que ella lo encontraría confortable.

Una réplica de la tierra

excepto que ahí había amor.

¿Acaso no todos quieren amor?

Él espero por tantos años,

construyendo un mundo, mirando

a Perséfone en la pradera.

Perséfone, quien percibía, quien degustaba.

Si tenés un deseo, pensó,

los tenés todos.

¿Acaso no todos quieren sentir en la noche

el cuerpo anhelado, la brújula, la estrella polar

para escuchar la respiración silenciosa que dice

estoy vivo, lo que también significa

que vos estás vivo porque podés escucharme,

vos estás acá conmigo. Y cuando se vuelve,

el otro se da vuelta.

Eso es lo que sintió, el señor de la oscuridad,

mirando hacia aquél mundo que tenía

construido para Perséfone. Nunca se cruzó en su mente

que no habría más para olfatear acá,

ciertamente, ni para comer.

¿Acaso no todos quieren sentir en la noche

el cuerpo anhelado, la brújula, la estrella polar

para escuchar la respiración silenciosa que dice

estoy vivo, lo que también significa

que vos estás vivo porque podés escucharme,

vos estás acá conmigo. Y cuando se vuelve,

el otro se da vuelta.

¿Culpa? ¿Temor? ¿El miedo al amor?

Estas cosas él no podía imaginarlas,

ninguna persona que ame puede hacerlo.

Él sueña, se pregunta cómo nombrar este lugar.

Primero piensa: El Infierno Nuevo. Y después: El Jardín.

Al final de todo, decide llamarlo

La infancia de Perséfone.

pero sabe

que esto es una mentira, y finalmente le dice:

estás muerta, nada puede lastimarte,

lo que a mí me parece

un principio más prometedor, más verdadero.


UNA FANTASÍA

Te voy a decir algo: todos los días

la gente está muriendo. Y eso es solo el principio.

Todos los días, en las funerarias, nacen viudas nuevas,

nuevos huérfanos. Se sientan con las manos una sobre la otra,

tratando de decidir acerca de su nueva vida.

Luego están en el cementerio, algunos de ellos

por primera vez. Tienen miedo de llorar,

a veces de no hacerlo. Alguien se les acerca,

les dice cómo deben continuar, lo que quizás signifique

decir algunas palabras, algunas veces

arrojando la tierra en la tumba abierta.

Y después de eso, todos vuelven a la casa,

la cual de repente está llena de visitas.

La viuda se sienta en el sillón, tan majestuosa,

para que la gente en una fila se acerque a ella,

a veces toman su mano, a veces la abrazan.

Ella encuentra algo para decirles a todos,

agradecerles, agradecerles por venir.

En su corazón, ella quiere decirles que se vayan.

Ella quiere estar de vuelta en el cementerio,

de vuelta en la enfermería, en el hospital. Ella sabe

que eso no es posible. Pero es su única esperanza,

el deseo de volver hacia atrás. Y solo un poco,

no tan lejos hasta el matrimonio, el primer beso.