¿Cómo comenzar a escribir sobre uno mismo sin escatimar sentimientos? Una angustia no exenta de la solemnidad y una euforia prolongada sobre sí misma pueden ser buenos puntos de partida.  Por un lado, intento desarrollar esto tratando de remitir a un sentimiento casi olvidado: el placer de escribir algo que en verdad me guste el día de hoy, y tratando de mantener el recuerdo de aquello que alguna vez escribí y que en verdad me gusto.
 Hace algún tiempo publiqué lo que es mi primer fanzine, y uno de los miedos que predominaban sobre leer mi poesía era exponerme en mi totalidad: creía (y a veces creo) qué la poesía es en sí misma realizar un salto ciego hacia la vulnerabilidad propia y de alguna manera eso significaba un gran riesgo, porque implica mostrar una especie de debilidad sentimental difícil de persuadir. Pero ahora que estoy en cautiverio (y con más ganas de escribir independientemente del resultado) también me gusta pensar qué la poesía no es un acto de debilidad  sino de fortaleza.
 Parafraseando a Huxley, darse cuenta de esto siempre, tenerlo presente a la hora de compartirse a pesar de la indiferencia inmanente que soslaya sobre los poetas; darse cuenta de esto y  aun así permanecer en condiciones de sobrevivir, de pensar y sentir, de recurrir cuando convenga a la poesía como forma de resistir es nuestra finalidad, es descubrir que siempre hemos estado donde deberíamos estar y podemos hacer lo que Maiakowski, Gelman, Bradbury, Walsh, Ginsberg o Cortázar en su momento hicieron: literatura.
 Sin muchas más vueltas, dejo por acá lo que es una recolección de poemas que me gustaron y que integran Rastros y Hojas, publicado por enlazadoras de mundos (una editorial de fanzines gestionada por dos amigas e increíbles poetas de Bahía Blanca). 


I

En otoño
el viento mueve las zarzas
y desparrama las hojas por la vereda
Insisto en que es mejor dejarlas ahí
y no barrerlas.
Insisto también
en ser como los arboles
dejar caer todo lo que cumple su ciclo.



La vida es un montículo de brasas:
como el fuego
todo lo que se extingue
después arde en pequeñas dosis.
Otoño
arde a flor de piel
sobre la hojarasca en los olmos.




II

la otra noche te cruce en un bar
y como si fuésemos extraños
no nos miramos a los ojos

quería decirte
que sigo guardando
en la mesada de mi habitación
la carta que escribiste para mí
cuando estábamos juntos

y es raro
siempre que vuelvo a leerla
siento que el tiempo que nos separamos
se reduce a nada y toda la distancia
que se llevaron los años
no existe
aunque sea
por ese instante.


III


fui un fantasma
en mi temprano capricho

y fui en sombras la siesta del fuego
que encendió en sueños
todas las soledades

y fui
entonces fui
simplemente fui

y nunca supe que




Editado por enlazadoras de mundos en abril del 2019.
Bahía Blanca