Cuando “Hoy partido a las 3” empezó, me sorprendí. En pantalla estaba viendo un barrio como los que me rodearon toda la infancia. Calles de tierra, de días de calor intenso y siestas silenciosas. La polvareda como única testigo del paso de algunes niñes en bicicleta, desafiando al sueño y probablemente, a sus padres. La particularidad de este reflejo reside en que podría contar con los dedos de una mano las veces que vi barrios como el mío retratados en la televisión.

En “Hoy partido a las 3”, la trama gira en torno a un equipo de fútbol femenino de un pueblo correntino. Más específicamente, en torno a un torneo del cual participarán. El mismo está organizado por un candidato a intendente del pueblo, y Clarisa Navas logra transmitirnos el espíritu de fiesta barrial teñida de proselitismo, una mesa larga con gaseosa caliente en pequeños vasos blancos de plástico y perros callejeros dormidos bajo los manteles, un castillo inflable para la gurisada y un presentador entusiasta en exceso.

“Las indomables”, el equipo al que pertenecen nuestras protagonistas, esperan pacientemente la llegada de los otros equipos, mientras se reconocen y observan a lo lejos con las integrantes de los equipos que ya están allí. Así, podemos ver miradas cómplices y enemistades, cuchicheos y planes colectivos, mientras se nos revela el submundo adolescente de romances y peleas, un espacio íntimo que la película nos invita a habitar como si fuéramos una jugadora más del equipo.

Con una actuación sincera de parte de todo el elenco y un manejo estratégico de los silencios, los cuales se ven interrumpidos de tanto en tanto por el sonido de insectos en la siesta litoraleña, el amor sáfico se presenta de una manera casi predestinada, algo que siempre estuvo presente y un día se decidió compartir de manera natural. Cabe destacar, también, el rol que juegan los varones en la película, de la cual, a excepción del personaje del entrenador, no son parte más que en contraposición a los espacios seguros que generan las jugadoras, como aquello que produce un disturbio en ese ambiente generado en el torneo.

La película no se encuentra manchada de aquellas nubes de muerte y vergüenza de las que suelen estar rodeadas algunas representaciones acerca del amor homosexual, ni presenta momentos de cuestionamiento porque sencillamente no los necesita. Clarisa decide narrarnos, como la cuentista designada, un momento de rituales íntimos, sencillos y cotidianos entre chicas, eso que sucede cuando dos miradas que estaban buscándose, por fin se encuentran.