Ayer me dijeron brava. Con una b larga impune, soberbia y una v corta llena de mordidas de labios capaz de avergonzar al más sensual.

Me dijeron brava con asombro, como quien espera que el palito de la selva esté rígido e incomible y se le desarma en la boca como algodón de azúcar.

Con el estupor en la boca que genera el esperar mucho menos.

Brava me dicen.

Porque a los ojos lascivos les traspaso la córnea

Porque no me guardo entre las muelas la sensación de injusticia.

Porque no celebro que me midas la pollera, que me cuentes las canas, que me avergüences para que te crezca el pito.

Brava, repiten, porque nunca sumisa, porque no bajo sus mangas, porque jamás calladita.

Si me vieran bajo las sábanas correctas quizás me dirían puta o atrevida.

Quizás buscarían mi foto, la harían viral, la llenarian de prejuicios en honor de las buenas costumbres y en secreto la guardarían para admirar el valor.

Pero eligen llamarme brava.

Porque no me coso la lengua, porque para su asombro arcaico manifiesto el deseo sexual y la libertad del pensamiento como una mujer no debe hacerlo. Se les descompone el cerebro y se les ramifica la mugre con una facilidad asombrosa.

Ingenuos portadores de prejuicios que se quedan cortos porque brava no. Bravisima, mi amor.