Resulta que Dios no sabe qué hacer con el Universo y se va, anda escondido por los bares escuchando jazz y chupando, a veces se disfraza se dálmata. En un polvoriento pueblucho de Texas hay un falso cura abusado de niño que busca a Dios con buena leche, y que lleva a sabiendas en su vientre algo que podría matar al mismísimo Creador.

Se ha formado una sociedad secreta llamada Grial que protege hace cientos y cientos de años el linaje de Jesús. Para conservar la sagrada genética, el Grial ha obligado a los parientes directos de Cristo a cojer entre ellos. El resultado es que los últimos descendientes de Nuestro Señor Jesús son casi iguales a los Jesuses de las estampitas y son retrasados mentales. Una organización neonazi que parece diseñada por Monty Phyton quiere imponer al último descendiente de Jesús como nuevo Mesías.

En fin, el único bueno de la serie es Eugene, un adolescente bautista que admira a Cobain y por eso quiso matarse de un escopetazo en la cabeza. Pero el tiro del final le salió mal, salió vivo y la boca le quedó exactamente igual al agujero del culo. El pibe es feo y no se le entiende nada. Digamos también que Eugene pasó por el Infierno, donde se hizo bastante amigo de Adolf Hitler.

Más tarde, un ángel y una demonia están muy enamorados y bailan lento “Love of my life” de Queen, antes de echarse un polvo tan apasionado que hace temblar posta los cimientos del telo. Te cuento que los ángeles en esta serie son todos asesinos a sueldo.

Estos primeros párrafos parecen mala literatura pero pintan masomenos algo de lo que hay en Preacher, una serie excepcional. Es yanqui pero algo mejora bastante el humor promedio americano: está basada en una historieta del 95 hecha por un inglés y un irlandés. Tardaron diez años en hacer una serie con semejante historieta (les daba miedo), pero salió bien. Uno de sus productores, que además es guionista, es Sam Catlin, que antes -dicen- había escrito, dirigido y producido algunos de los mejores capítulos de Breaking Bad.

Terminemos con los datos: son 4 temporadas de 10 capítulos cada una (2016-2019) producida por Sony, Warner y DC para el canal MNC, sobre una historieta original del guionista Garth Ennis y el dibujante Steve Dillon (De la línea Vertigo, de DC Comics).

Trátase entonces, básicamente, de humor negro, de lo fantástico, y de cosas un poco políticamente incorrectas: nadie habla con la “e”, todos son medio cínicos y desesperados, hay obispos asesinos gordos como cinco chanchos que almuerzan caballos enteros y matan gente, los que vienen de medio oriente son bastante tarados, la idiosincrasia protestante norteamericana es insultada de manera más bien punk.

Un poco por cómo está filmada, por las explicitas influencias de ciertos géneros populares, por la remitencia al gore, al western, a la violencia chinoide, al cine y a la historieta podría pensarse que esto es parecido a lo que hace Tarantino. Pero no: los chistes son generalmente mejores.

Por supuesto que hay una trama de luchas entre el Cielo y el Infierno y sus rebotes terrenales como en las novelas de Dan Brown o parecidas, aunque aquí no se trata de turismo por los museos de Roma sino de ética y de diversión. Alguno dirá que es medio cachivache, que como la materia prima es muy rica, los tipos pueden ser bastante superficiales, tienen mucha tela para cortar. Yo diría que si fueran puros saldos y retazos, no quedarían tan armoniosamente bien todos juntos. Dios se parece mucho a un actor que hace de Dios, pero está.

Por supuesto que hay Far West y unos cuantos rednekcs que alientan el buen espíritu de la nación del Norte: aquí aparece más de una vez John Wayne y da consejos, pero suele estar equivocado. Los hermanos Cohen son puritanos para los que escribieron Preacher, y así lo dicen.

Y bien: tiene historia de amor, bastante sangre, drogas, sueños mejores que los de Lynch, muchas peleas en las que los héroes se doblan pero no se parten (como en las de Buster Keaton), música linda, muchas citas, un vampiro que toma líquido refrigerante y quisiera ser mortal, una morochita con lindo culo y cosas así. Y muchos chistes teológicos. Lo bueno de los chistes sobre teología es que tienen un borde muy finito: te dejan afuera enseguida.

ACATÁ

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