Diseño de portada y contraportada Mica Fernández.
En la sala de vigilancia del Pabellón II, iluminada por un reflector externo, acontece algo insólito…
-Hola Julián, estoy aquí –dice Lhexia desde un rincón, exhibiendo únicamente sus ojos.
-Ah, zí zí, ¿Có-cómo eztá, zeñorita? –responde el vigilador, al darse cuenta que no se encuentra solo.
-Necesito pasar al baño…
-Zí, ¡aproveche ahora, que no hay nadie! –responde el gordito de tez muy blanca, retrocediendo unos pasos-… ¡Igual, no la pueden ver!
- (Bieb).
-Y por favor, evite que ze me revienten todaz laz gazeozaz…
- (Bieb), ja, ja, ahora debo quitarme el mono de invisibilidad.
-¡Ah, zí zí! Entiendo, ezpere que le buzco una vela, eztá ozcuro ahí.
-No te disgustes, se va a hacer la luz…
La puerta del baño se abre y se cierra sola, Julián alza a Pitu y va hasta la entrada para observar el movimiento de los soldados. Cerca, hay dos uniformados y más allá, se ven las maniobras de vehículos artillados, listos para la acción.
-Tranquilo amiguito –le dice al can, acariciándole su gran cabeza-, eztamoz haziendo hiztoria… Ya lo dijo el gran Maquiavelo: “Nada grandiozo fue jamáz conzeguido zin peligro”
Transcurridos unos minutos, regresa la luz y se reconfiguran los dispositivos electrónicos. En esos instantes, el vigilador escucha la descarga de agua del inodoro y unos segundos después, el típico sonido de la ducha…
-(¿Ze, eztá bañando?) –se pregunta, sorprendido y acercándose a la puerta, murmura para sí: (¡En fin, la eztética primero!)
En las instalaciones cercanas, los electricistas revisan tableros y centrales de computación, sin descubrir lo sucedido, al tiempo que Julián ve por los reiniciados monitores, el despliegue de las fuerzas militares irrumpiendo en los distintos pabellones y en los campos deportivos adyacentes, revelando una gran búsqueda. Luego de unos minutos, la energía en la sala se interrumpe nuevamente y la iluminación vuelve a depender del reflector externo.
-Muy ordinaria, esa emulsión de aseo, Julián –le critica Lhexia al oído, desde la invisibilidad y ello le provoca, tal susto al vigilador, que suelta a Pitu de sus manos.
-¡Pe-pero ezo ez ezpuma de afeitar, zeñorita! –le aclara, con expresión de asombro- Para ducharnoz, uzamos jabón… (Ah, ze acabó, zierto).
La extraterrestre, deja escapar el sonido de una risita, descubriendo sólo sus rasgados ojos verdes.
-Aunque ambos, somos humanos –comenta ella, luego-, no hay dudas que nos separa un mundo de diferencias…
-Lo que zuzede con la luz, ¿uzted tiene que ver?
-¡Ja, ja! Sí, es mi mono que absorbe la energía de todos los sistemas en un área cercana, caso opuesto, pierdo la invisibilidad y también la protección.
-Ah, claro… No tiene bateríaz de rezerva –acota el vigilador, desde su instrucción técnica.
-¡Algo así! –asiente ella- Por eso, a mi paso, el mono va absorbiendo toda clase de energía y ello origina el apagón de luces y que los aparatos electrónicos dejen de funcionar, sobre todo de noche, pues de día se carga con la energía del sol.
-¡Admirable! –exclama Julián- Eze, zería el prezio de la invizivilidad.
-Y debido a esto, no es difícil localizarme de noche -le aclara ella, haciéndose visible-, porque voy dejando todo oscuro a mi paso. Además, el exceso de energía absorbida se disipa en forma de calor por estas plantillas -para ustedes el calzado- y eso, va chamuscando el material frágil que piso.
-¿Viene de lejoz, no? –pregunta el humano, desbordado de interrogantes.
-No más allá de tu mismo sistema solar, estamos relativamente cerca, sólo que ustedes no nos pueden ver, ni oír. La Tierra y Xinebia son planetas gemelos, ambos nacieron en el mismo instante en que se formó el universo.
-¿Y, cómo entiende nueztro idioma?
-Por medio de este conversor –le hace ver la vincha, trayéndola hacia su frente-, además de otras funciones, puede traducir simultáneamente todos los idiomas universales; aunque con ciertos dialectos, se me complica.
-¡Increíble! –exclama él, asombrado- ¡Y pivotea zobre zuz zienez!
-Sí, es una aplicación electro-biológica obligatoria para todos los habitantes de Xinebia, es como vacunarse -le informa la extraterrestre, alzando su dorado cabello de la frente.
-¿En todo el planeta?
-Sí, cualquiera sea la raza o religión –continúa Lhexia-. Ni bien cumplimos tres periodos fríos (años para ustedes), a través de una cirugía neurológica en cada sien, se nos implanta un –ustedes dirían puerto USB- vinculado directamente a nuestro cerebro y a partir de allí, podemos ir conectado distintos conversores o vinchas, a los largo de nuestras vidas. De esta manera, podemos utilizar una técnica de interacción universal, por medio de nuestros pensamientos, sin necesidad de oprimir botones, ni dar órdenes fonéticas. Y por supuesto, muchas otras funciones, según el conversor que se conecte.
-¡Admirable! –reconoce Julián y pasa a otra inquietud-… Y loz robotz que la ziguen, ¿por qué lo hazen?
-Ustedes dirían: Es una larga historia… Con más tiempo, les contaré; pero ahora me inquieta el muchacho. ¿Sabemos algo de él?
-Zi tuviéramoz energía, podríamoz ubicarlo en zu teléfono móvil –sugiere el vigilador, acomodándose el uniforme.
-Eso podemos arreglarlo –especula ella-, antes debo volver a la reserva a intentar contactar a los Esplenders en mi planeta, pero tú deberás justificar mi presencia, aquí.
Al cabo de unos minutos y con la energía restablecida, Julián se asoma a la puerta y encara a uno de los guardias.
-Eehh, ¿cómo va ofizial? ¿Dezea tomar algo caliente? ¿Pazar al baño tal vez? –le ofrece con simpatía al comando, quien desde un rostro ennegrecido por el camuflaje lo mira con indiferencia marcial- ¿Qué nochezita, no? Eehh quería comentarle una cozita… Uzted zabe, eehh llueve, hay viento, domingo a la noche, uno eztá de guardia zolo… y bué, zin hazerle mal a nadie uno invita a una amiga a tomar unoz matezitoz… ¿Me entiende no? ¡Y bueno! Rezulta que una chica eztaba zaliendo con mi compañero… Pe-pero ze pelearon, uzted zabe, ezaz peleaz de jóvenez y ze prezentó ezta zituazión de imprevizto y eza chica vino a verme y ahora eztá aquí conmigo y bueno… mi zupervizor podría regrezar de un momento a otro y zi la dezcubre… yo me quedo zin trabajo y mi compañero me capa ¿me entiende?
Quince grados Celsius, es una temperatura agradable, pero no como para transpirar y Julián lo está haciendo. Al parecer, logra convencer al guardia de hacer “la vista gorda”, pues este se retira unos metros a conversar con otro y así, Lhexia, vistiendo su uniforme de camarera y con su traje en una mochila, puede salir sin ser advertida. A partir de ese momento, el regordete vigilador retoma el control de su guardia y después de colocarle agua en un platito a Pitu, intenta contactar a su compañero.
Hora 02.45 Escenario 2
La selvática reserva de flora y fauna que comienza en el Río de la Plata y termina en el foso perimetral de la edificación universitaria, se ve invadida por patrullas militares y helicópteros, rastreando cada tramo de la misma, bajo una molesta llovizna. El supervisor Molinari y el capitán Benítez, continúan la búsqueda de algo que provino del espacio y creen amerizó muy cerca. Nícolas los acompaña, protegido con una capa de supervivencia y unas botas militares que le molestan.
-Perdón, Molinari -masculla Nícolas, muy pegado a él-, ¿qué buscamos?
-Cuando lo encuentre, le digo –refunfuña el supervisor, envuelto en la nube de vapor que despide su cigarro.
Si bien, el terreno se halla tapizado de vegetación, es mayormente plano, entonces no existen cuevas ni depresiones que dificulten el rastrillaje, por tal y en pocos minutos, llegarían a la ribera del río.
-¡Molinari, vea esto! –le dice el capitán Benítez, unos pasos atrás.
Todos regresan para ver unas plantas chamuscadas, en forma de círculos.
-Acusa una lectura radiactiva leve –les informa un perito, recorriendo con el detector Geiger todas las circunferencias.
-¡Acá hay otras más, señor! –exclama un soldado, distante algunos metros.
El equipo técnico se dirige a investigar, mientras los comandos camuflados se despliegan en actitud preventiva.
-Son cuatro anillos de un metro de diámetro, señor -define un técnico midiendo con un dispositivo láser- y tienen una separación cuadrangular de unos cinco metros entre sí.
-Mmm… ¿Cuatro sujetos en cohetes propios? –masculla el supervisor, con el cigarro entre los labios.
-(¡Zas! Llegaron los “Iron-man”) –piensa Nícolas, esbozando una sonrisa.
-¿O varios sujetos en un cohete de cuatro patas? –murmura luego el supervisor, cerrando su hipótesis.
-¿Vio la peli “Señales”, jefe? –replica el vigilador, con ironía.
Las fantasías que Nícolas plantea, no son tan descabelladas, considerando la situación actual, él vio con sus ojos y vivió un encuentro cercano de primerísimo tipo y estuvo a punto de quedar “fosilizado” por unos seres, reales.
-Plantas quemadas, a pesar de la lluvia… Raro ¿no? -desliza Nícolas en voz alta, intuyendo para sí alguna relación con los perseguidores de Lhexia- ¿Y los perros qué dicen, capitán?
-No encuentran rastros…
-Me di cuenta, están desorientados, como suricatas en la Antártida.
Continuará…
