No hay horarios para los triperos en estos días, son horas de vuelo, de felicidad. Ahí estaba el 10 señalando a Messera, el mismo que alguna vez jugando en contra la tiró afuera por amor al club. Algunos locos de amor acamparon para estar en el Bosque, las filas de la sede de los días anteriores, los correos electrónicos del mundo para hacerse socios.

Un jamaiquino se confundía con un colombiano en el baño de la techada, mientras los de siempre no paraban de llorar como el Diego. En el vestuario, Maradona saludó a los utileros como uno más. Juntó a los jugadores y comenzó la arenga histórica que lo inició al Diez como entrenador de Gimnasia. “Quiero que dejen todo muchachos, depende de ustedes, el que no corre, no juega”, expresó.

Gimnasia, el club popular más antiguo de América, cobijó al drogadicto, al bocón, al políticamente incorrecto. A ese que sale del estereotipo de lo deseado y es detractado por los poderosos. Diego podría estar cómodo en la casa, pero no quiere. Tendría que haberse recuperado uno o dos meses como le pidieron los médicos, pero eligió a la redonda.

Cantó como un nene que “el que no salta es un inglés”, mientras se reinauguraron esas lágrimas de viejos, viejas y abuelos por el 86´, esas piernas cortadas en el 94´ porque “hasta un chiquito de cinco años sabía que inventaron el doping”, como dijo.

En el entrenamiento miró, saludó a los hinchas, cantó dalelobo, frenó a un par de jugadores e incluso le tiró un caño a un asistente. A la par, el Nápoli italiano lo saludaba por las redes sociales, como el Pata Castro, el Pampa Sosa y otros exjugadores triperos. Algunos se hicieron presentes como Nacho Fernández, otro de los grandes valores de las inferiores triperas.

Luego en el hotel, ante cien periodistas, interrumpió la conferencia Giselle, la hermana de Cristina, y recordó a Ofelia en el cielo, como muchos hoy nos acordamos de Néstor Basile, uno de los miles que hace 30 años comenzaron a pelear por las tierras de 60 y 118.

Mientras el Diego hablaba entre lágrimas se veía la Basile de fondo. Mientras sonaban las gargantas, el mundo se paralizaba de emoción con el más sucio de los dioses.

Gimnasia abrazó al Diego. El Diego es abrazado por Gimnasia.
Las luchas perdidas son las que se abandonan.