Hay que poner un comedor nuevo en los bordes exteriores de Palermo que insulte desde afuera la decadencia turística del lugar. Se va a llamar «No rúcula». Se van a servir platos enserio, contra toda esa hibridez amanerada de Palermo, la empalagosa «zona culinaria» de la ciudad de Buenos Aires.

Pastel de papa, guiso de mondongo, lasagna de verdad, asado al horno con papas, batatas, manzanas y tomates, entraña acompañada de fideos con manteca, sopa de pedazos de tallarín casero seco con caldo de gallina, puchero de falda, puchero de gallina, milanesa de nalga cortada gruesa y frita, revuelto gramajo, ñoquis con estofado de peceto.

El comensal que pida algo con: salmón, rúcula, cibullet, shitake, o cualquier cosa que yo misma -que seré la dueña del comedor- considere rara, pretenciosa o desubicada, o si acaso un comensal menciona las palabras «étnico», «fusión», «moderno», «gurmet», «somelier», o incluso «cocina» y derivados tales como «culinario», será retirado del local a patadas en el culo por personal especializado.

Si algún comensal compara la cocina con el arte aunque sea indirectamente, será golpeado en la cara a mano abierta dos veces sin piedad por otro personal, en este caso especializado en pegar sopapos.

En «No rucula» no se preparan tragos, ni se sirve hielo, ni hay pizarrones en la vereda, y menos adentro. No se menciona la expresión «verduras de estación», no se sirve vino dulce con anhídrido carbónico para chicas, ni se preparan cosas de colores acomodadas en pirámide para putos, ni hay platos cuadrados, y mucho menos traingulares o de colores.

En «No rúcula» los manteles son blancos, las mesas están bien separadas, los meseros no son chicas con culito, y las velitas están prohibidas. Se puede pedir vino y soda.

Los giles que ahora van a Palermo a hacer que comen y que aspiran a entender algún día de comida, van a hacer cola en «No rucula». Lo van a volver antiestético con su triste costumbre de poner las cosas de moda, y van a venir con sus anteojitos rectangulares grandes y sus camisas imitación setentas. Entonces lo cerramos.