Muchas somos las personas que, conscientes de la actualidad ambiental y de emergencia climática que nos conscierne, buscamos tomar cartas en el asunto y apostar por medidas concretas. Una de dichas acciones prácticas que está más en boga es la de plantar un árbol, pero ¿son siempre las especies arbóreas una posible solución para amortiguar ciertos desequilibrios ecológicos generados por la acción humana? ¿Puede una medida bienintencionada terminar generando un efecto contrario al esperado? ¿Qué habría que tener en cuenta para que esto no suceda y por qué? Todas estas preguntas -y quizás alguna más- intentaré responder, de la forma más conscisa posible, en las siguientes líneas…¿me acompañas?

Pues bien, lo primero que debemos tener en cuenta es que, desde donde sea que estés leyendo, estás ubicado/a en una determinada ecorregión, es decir, un área biogeográfica que se caracteriza por ciertas condiciones particulares como son el clima, el suelo, la hidrología, la fauna y la flora. Es este último punto el que nos compete ya que, antes de decidir plantar un árbol es importante saber dónde lo estamos plantando, no sólo por las condiciones que ese ejemplar va a tener que afrontar (clima, suelo, etc.) sino porque convivirá con especies de flora y fauna propias del lugar a las cuales puede llegar a afectar.

En el caso de la ciudad de Bahía Blanca se encuentra emplazada en el ecotono pampa-espinal o, en otras palabras, en un área donde la ecorregión pampeana y la del espinal se ‘funden’, con lo cual se pueden encontrar especies de ambas ecorregiones. Además podemos hallar algunas especies pertenencientes a la ecorregión del monte (al sur), como así también tenemos una costa con flora y fauna particular. Por todo esto la ciudad cuenta con una diversidad biológica importante que es fundamental conocer para poder poner en valor (¡pssst!…en caso de que vivas en otra ciudad te invito a buscar info sobre la ecorregión a la que pertenece, su flora y su fauna, ¡seguro te sorprenderá!).

Pero yo quiero plantar un árbol’ -me dirás- ‘¿de qué me sirve saber si estoy en la pampa, en el espinal o en la selva de las yungas?’. Porque, como se verá, de ello depende si tomaremos o no una decisión consciente. En el caso de que nos encontremos en una zona de selvas o bosques, la variedad de especies arbóreas locales es tal que se torna prácticamente innecesario recurrir a especies exóticas. Por otra parte, quienes nos encontramos en el área del pastizal pampeano (que incluye buena parte de Buenos Aires, Entre Ríos, Santa Fe, Córdoba y noreste de La Pampa) sabemos que no contamos con la misma variedad. En Bahía Blanca y alrededores los árboles autóctonos que podemos nombrar son el chañar (Geoffroea decorticans), el caldén (Prosopis caldenia), el algarrobo dulce (Prosopis flexuosa), el molle (Schinus longifolius), el sombra de toro (Jodina rhombifolia) y el sauce criollo (Salix humboldtiana) -especie que, por cierto, se encuentra muy vulnerable por la introducción de sauces exóticos-. También cabe mencionar otras especies que no son estrictamente nativas o su origen es dudoso pero se han adaptado bien en la ciudad como pueden ser el cina-cina (Parkinsonia aculeata), el aguaribay (Schinus molle), el sen del campo (Senna corymbosa), el palo borracho (Ceiba speciosa) y el ceibo (Erythrina crista-galli), entre otros.

Llegado a este punto sabemos que habitamos en una determinada ecorregión con una flora y fauna particular, pero ¿qué hay de las especies exóticas? ¿Podemos incluirlas en la forestación? ¿Bajo qué criterios? Para responderlo debemos tener bien claro que en cada ecosistema existen especies que se han adaptado a las condiciones del lugar y se han interrelacionado a lo largo de miles de años generando un equilibrio ecológico. A tal punto ha llegado la interrelación entre flora y fauna autóctona que podemos distinguir entre especies generalistas y especialistas. Las generalistas son aquellas que se adaptan a diversas condiciones ambientales y su dieta es también variada. Por otro lado las especies especialistas sólo pueden vivir bajo condiciones -ambientales y/o alimenticias- muy concretas, lo que las vuelve susceptibles a los cambios. Un ejemplo de especie especialista muy citado en nuestro país es el de la mariposa Bandera Argentina (Morpho epistrophus argentinus) la cual, entre las pocas plantas de las que se alimentan sus larvas se encuentra el coronillo (Scutia buxifolia). La ecuación es sencilla, si por alguna razón desaparece el coronillo la mariposa que depende de éste correrá la misma suerte.

Volviendo a las exóticas, está permitido incluirlas en el arbolado urbano siempre y cuando no se trate de especies exóticas invasoras (en adelante EEI). Las EEI son aquellas especies de organismos (en este caso, plantas) que, habiendo llegado a un lugar fuera de su distribución natural se adaptan muy bien a las condiciones del sitio y se desarrollan de tal forma que compiten con las especies locales por recursos y espacio, al punto que llegan a desplazarlas y, a menudo, ponerlas en peligro. Quienes hayan visitado las Sierras de la Ventana en la época cálida habrán presenciado -quizás sin saberlo- un ejemplo claro y contundente de invasión biológica; el de las retamas (por nombrar sólo una de las tantas invasiones biológicas que actualmente se presentan en Argentina). Pero en esta ocasión estamos hablando de árboles, por lo que mencionaremos algunas especies con potencial invasor que convendría evitar; entre ellas se encuentran los fresnos (Fraxinus sp.), el paraíso (Melia azedarach), la falsa acacia (Robinia pseudoacacia), la acacia negra (Gleditsia triacanthos), el ligustro (Ligustrum lucidum), los pinos (Pinus sp.), el aromo (Acacia dealbata), entre -tantos- otros.

Seguramente habiendo puesto en la lista negra a varias de las especies más conocidas por la mayoría surgen muchas dudas. Siendo la ciudad el paisaje antrópico -modificado por el ser humano- por excelencia, ¿realmente importa tener en cuenta cuáles son invasoras?. Esa es la objeción que más a menudo se escucha y es entendible. El problema radica en la forma que tienen las EEI para dispersarse, que suele ser o bien a traves del viento (anemocoria), o bien por medio de animales -fundamentalmente aves- (zoocoria). Nadie tiene la capacidad de controlar hacia dónde soplará el viento la semilla o hasta qué lugar la trasladará el ave, que bien puede ser dentro de la misma ciudad o fuera de ella (cerca de alguna reserva próxima, por ejemplo). Es por eso que, si se quiere evitar el impacto que una especie puede ocasionar, siempre es mejor evitar dicha especie. Por otro lado, ¿por qué se ve más biodiversidad en áreas arboladas de la ciudad siendo exóticas la mayoría de las especies? Acá debemos tomar la distinción de especies generalistas y especialistas. La flora exótica no atrae fauna especialista, sólo aumenta las poblaciones de las generalistas, dando una falsa sensación de aumento de biodiversidad. En realidad lo que aumenta no es el número de especies sino de individuos de determinadas poblaciones. Por último, un tema no menor, ¿qué hacemos fuera de la ciudad o en áreas protegidas o reservas dentro de la misma? Allí siempre es mejor volver al mapa de ecorregiones (al comienzo del artículo) y pensar ¿qué había aquí?. Si nos encontramos en zona de pastizal entonces deberemos respetar el pastizal -que ya está bastante degradado en nuestro país- y optar por herbáceas y arbustos nativos. Recordemos que los ‘pastos’ autóctonos no están adaptados a la sombra de los árboles introducidos y las aves del pastizal no anidan en árboles sino en las gramíneas de mayor porte.

Para ir concluyendo, se suele escuchar a menudo que en la actualidad ‘las nativas están de moda’. Me permito hacer una correción a tal afirmación; las nativas están acá antes que nosotros/as y lejos está de ser una moda lo que es esencial para la preservación de un ecosistema. Entonces, retomando la pregunta del título, los árboles…¿son aliados o una posible amenaza? Depende qué árbol, depende en qué lugar. Nadie pone en duda muchos de los beneficios que éstos traen pero es importante tener en cuenta que, si no se hace consciente e informadamente, se puede llegar a generar un perjuicio muy grande. De pronto, aquello que pretendió ser una ayuda al medio ambiente termina siendo una puñalada más. Es por ende fundamental empezar a desmitificar la figura de ‘el árbol’ como solución a todos nuestros problemas, poner en duda todas aquellas ‘recetas’ que se nos vende como milagrosas y, desde luego, conocer la naturaleza que nos rodea y aprender de ella para seguir apostando por acciones concretas que, por más pequeñas que parezcan, son siempre bienvenidas…¡Tu granito de arena suma!