Vivir adentro, limitar un interior reconocerlo, reconocer zonas de transición, afuera esta el peligro, la posibilidad de que lo peor ocurra, un enemigo sin rostro y que pueden ser todos los rostros, infección, exterminio, pandemia.

A mí me decís pandemia y es como si me dijeras: gente vomitando sangre en la calle mirándote a los ojos con un gesto de ¡ayudame!

Hacé algo que evite esto, sin resignarse, luchando a pesar del sabido final inminente

Pandemia, es como si me dijeras es el fin, solo saldrán vivos algunos.

  Aunque nadie ileso, y de eso se bastante, ya he pasado varios episodios sociales jodidos y como sobreviviente por el solo hecho de estar vivo, no ve, no entiende las heridas, las amputaciones invisibles del ser, sin ser consciente del daño recibido, la violencia del hábito impuesto, de la docilidad absoluta, la prohibición del cuestionamiento al poder, la subyugación incondicional, la estratificación entre «buenos» y «malos» y la aceptación de estar «afuera» o «adentro» pertenecer o no.

Vivir adentro, salir, estar por fuera, los costos y beneficios de la pertenencia.

 El acto pertinente de formar parte, cumpliendo con la coreografía comulgativa de la secta, disruptir y evidenciar el absurdo del ritual, desenmascarar la puesta en escena y sus roles, los ocultos, los negados, simulados, los necesarios, los vitales, y a lo largo de tantas puestas en escena lo que más me ha asombrado son los dueños de la escena, los propietarios del espacio habitable posible ¿Como mirarán esas personas una ciudad iluminada de noche? ¿Que se sentirá ser dueño?

Y Yo ni siquiera tengo mi casa, por lo tanto adentro, afuera, es algo que lo entiendo provisorio, vivir en un lugar, hacerlo parte de la costumbre, decir:
Voy a casa. Después mudarse , volver a mudarse y asi. 

Irse, desapegarse, pasar con el colectivo por la puerta de un lugar que fue –Casa- y desconocerlo como tal.

El adentro que va conmigo, no depende de dónde esté.

Ese adentro estaba en la casa de una amiga cuando empezó la cosa.

Al principio lavaba todo con alcohol, mientras me preguntaba que límite respetaría el virus entre la calle y el departamento, cuál sería la cortina protectora decisiva, absorbí más alcohol por dermis que los que bebí en los últimos quince años, no es que no me la ponga en la pera, pero prefiero no tomar alcohol para bajar, un cuartito al final, es mejor, cuando se termina la cosa y deja de roncar la mocosa.

Y momentos duros hubo varios.

Me decís cuarentena y me imagino encerrado en un útero-celda en el que panópticamente recibo info por los medios, redes, como alguna vez en esa canción que escribi «En tu guarida secreta sos un superhéroe que no tiene metas, luchas contra el mal. Que vas a hacer cuando no exista más el mal», cuando no exista más el mal, supongo que salir, por qué el mal esta afuera, como una constante el apego a las fronteras divisorias de lo bueno y lo malo, lo desconocido y lo familiar, pero, ahora, está en el aire, igual usa el barbijo, no te lo corras, no te lo toques la boca ni los ojos, no te acerques a nadie a menos de dos metros , no veas a nadie mayor de 40 años, no te preocupes te cuidamos.

¿Y que querés que te diga?

No tengo drama, ¿querés que te diga que si hubiera Sido con Mr. Cat hubiera Sido peor? Sin lugar a duda, pero viste como es el peronismo: es como tu viejo, tiene cosas de mierda lo querés, hizo lo que pudo y quieras o no es parte de Vos.

 Y si no tuviste padre es como el padre ausente alguien a quien echarle la culpa o a quien idealizar, por cosas que te contaron que ni sabes que son verdad pero te contaron, y hay tantas relaciones con la idea del padre.

¿ Por qué hago el gesto de comillas? Me divierte la idea de encerrar una zona de múltiple interpretación, Ya fue, voy a despreocuparme por los que piensan, que soy un tarado me alegro por los que me creen parte de la conspiración de los estúpidos, prejuzgando, el tipo de persona que soy.

Consiente, que para sobrevivir casi hasta los 50 años, tuve que transformarme en una mierda de persona… En algún aspecto que otro, esa distancia obligatoria no me desagrada ¡Yo acá! Vos ahí…  

 ¿El burro por delante?

Lo hago a propósito para tener al menos algo del burro, che creo que entré en la andropausia. Y si un chotazo, la cuestión es que cumplí años en cuarentena ¿No te dije? Si estoy viviendo con una amiga, si te dije… Medio karmático, cuando nos conocimos Yo era papá Noel y ella el duende que sacaba fotos en un súper, en diciembre del 2001, en medio de una crisis, un día casi lo saquean, hay tanta gente que se jacta de no haber hecho nunca concesiones, los admiro, yo he tenido que hacer más de las que pude soportar, aún intentaba trabajar de actor y terminé encarnando un personaje mítico, aún recuerdo mis líneas- ¡Jo Jo Jo feliz navidad! – Aunque quería decir- ¡Jo Jo Jo los quiero matar a todos!

Imagínate, ya no hablemos de la condición del artista y toda esa paja burguesa que eyacula sofismo puro, te hablo de un tipo que va a hacer un trabajo de mierda, humillante, por que sino no come.

No es solo comer, el tema ese de morirse de hambre literal.

No te morís de hambre, te Moris por adentro, como un estrato más, como el coral, ir apagándose, estratificándote entre duelo y duelo.

 Capaz que en esta me toca morir, morirse es fácil de lo que uno se imagina y en algunos casos el único suceso afortunado, y cuando empezó el ASPO un poco creí que quizás era el último invierno. Vivir adentro, encrisalidarse para la metamorfosis última, consumirse hasta desaparecer.

Pero morir también es un trámite, se ocupa un espacio, se deja un cuerpo a descomponer, no poseer ningún espacio donde morir tranquilo, puede ser liberador u opresivo, y ese adentro, en el que uno vivió el único verdadero hogar deja de existir, de ser creado y acarreado, en las cenizas de los recuerdos, conjurar las llamas de lo vivido.