“Lo que llamamos azar es nuestra ignorancia de la compleja maquinaria de la causalidad”. 

La sala abre con una guitarra de fondo, y las luces azules inundan las tablas de madera de La Panadería, que antes tenía un piso de cerámicos negros, y siguen ahí, por debajo. Todo por debajo.

La historia comienza y parece que estamos en un burdel, aunque rápidamente cambia nuestra perspectiva: no, es una pieza, una habitación con mujeres hacinadas. Que bien puede pasar de pieza a burdel en un segundo, a fábrica, a calle. El escenario despliega miles de posibilidades, porque los personajes así lo demuestran. Conocemos entonces a Elvira (encarnada por Valeria Vigier), una mujer obrera, un poco tosca, un poco sensible, que nos abre su corazón poquito a poco mientras corre el tiempo. Y nos hace pensar que el tiempo no es tal, en su cuerpo ni en sus palabras, porque está confinada a una fábrica, y a su vida, que forma parte de otra fábrica aún mayor. En un punto de inflexión, ella misma dice lo difícil que es ser mujer, y pobre, frase que sería muy interesante de ver desplegada en profundidad, aunque de cierta forma aparece propuesta: la prostitución corroe los cuerpos de estas mujeres, está, por debajo, existe allí, palpitante. Prostitución en el sentido más obsceno y capitalista de la palabra.

El trabajo precario también como la venta deshumanizada del cuerpo.

En contraposición a Elvira, descubrimos a Ivonne, con delirios de grandeza, quien continúa creyendo ser una mujer fina, culta, ¡De París! Que en su discurso enaltece a Europa, como quien no se hace cargo de su realidad por venir de un pasado mejor, o por ir hacia un futuro idílico e inexistente. Además, nos habla de cómo, cree ella, vender su cuerpo al mejor postor es el camino más fácil para salir de la pobreza, recordándonos la lucha interminable de las mujeres por sobrevivir en un espacio patriarcal y mercantilista: otra vez, mujer y pobre. Y el pálpito, todo por debajo. La idea del cuerpo como pago de una vida mejor. La mujer como aquella «femme fatale» que atrae a los hombres para enredarlos, pero que en la piel de Ivonne (y de Patricia Roldán, quien la interpreta) muestra algo totalmente distinto: que, en un mundo manejado por patrones, no se puede salir sola, por más que se intente. Ivonne tiene claro esto, y por eso propone un plan, el argumento principal de la obra. Se pretende así, a pesar de la desconfianza que genera el propio sistema, hallar una salida colectiva. Y entonces se completa el trío.

Entra arrastrándose por el piso La Polaca, que se rasca y se rasca, por las pulgas, que le caminan por el pelo, por el pecho, por las piernas. Verla es doloroso. Es incómodo, es visceral. Con sus gemidos de perro herido y el olor que despide, del que se quejan sus compañeras constantemente, y que el público casi puede sentir. Por la impresionante actuación de Carlina Palacio, que no deja de sorprender nunca, porque la Polaca no habla, y eso la hace más interesante: ¿Qué de difícil era llegar a un país de extranjeros y no conocer la lengua? ¿En qué nos condiciona el habla? A ella: en todo. Por eso se arrastra por lo bajo. Su incapacidad para comunicarse la lleva a ser maltratada, ultrajada, pensada como una pobre infeliz. Y solo una vez somos capaces de oírla, aunque esto no es indispensable, dado que su fuerza existe en los obstáculos que atraviesa para poder contar su historia. ¿Qué pasaría si no la oyéramos? ¿Qué pasaría si la obra terminara sin que la entendiéramos nunca, más que con su cuerpo y su sensibilidad? ¿Son necesarias las palabras para entender el dolor? A veces las palabras explican por demás lo que el cuerpo ya ha sabido decir.

Alimañas se presenta como una mirada marginal, de tres mujeres que luchan juntas, pero también entre ellas, para sobrevivir en el sucio mundo patriarcal y capitalista, el viejo y el actual, lleno de pulgas y manejado por ratas. La obra logra emocionar, divertir y entretener, hasta que cierra con una escena cargada de una divertida resignación. Con un juego de azar, que quizás no es tal, porque, si vivimos condicionadxs por nuestro género y nuestro estrato social desde el momento en que nacemos, ¿realmente es azaroso nuestro futuro?

Crítica, por Agustina Heredia, integrante de Granada.

Próximas presentaciones: Últimas dos funciones, los sábados 9 y 16 de Julio, a las 21hs en la sala de teatro Variette (Villarino 214). Reservas de entradas: 2914223540

Ficha Técnica:

Alimañas (En Juego)

Autoras: María Andrea González, Carlina Palacio y Graciela Scoppa

Actrices: Valeria Vigier – Carlina Palacio – Patricia Roldán

Voz en Off: Guillermo Gabella

Música original: Nicolás Fernández Vicente. ”La Polaquita”(con Nicolás Pereyra en bandonéon). “A la Pirinola” (Voz de Susana Matilla)

Grabación y edición de Audio: Nicolás Fernández Vicente

Diseño y pintura telón: Camila Domínguez

Diseño Gráfico: Marianela Linares

Fotografía: Graciela Scoppa

Modista: Norma Cazanobe

Dirección y Puesta en escena: Martina Fontanella

Instagram de la obra: @alimanas.obradeteatro