14 de septiembre de 2022

Querida, Ana: 

Para cuando leas esto seguro ya no esté. 

Quería agradecerte cada llanto, cada dolor y cada sufrimiento que pasamos juntas. 

Todo ese odio el cual potencias ya no va a estar. Lamento decir que ganaste, pero bueno, me hiciste lo más débil que pudiste. Por vos dejo les dejo mi dolor, les dejo esos pensamientos de que son culpables de que no hicieron lo suficiente; Aunque la única culpable sos vos… O las dos. 

Quise dejarte ir, pero no pude, te aferraste a mí. No voy a extrañar aquel gusto que dejabas en mi boca o el vacío que había en mi estómago. No extrañare esas noches de llantos incontrolables, de temblores o ese sentimiento de que la muerte estaba cerca. Tampoco esas pastillas que me obligabas a tomar, mucho menos a esas bebidas asquerosas. 

Se que tu trabajo era matarme, y lo hiciste. Pudiste romperme y destruir mi alrededor. Desarmaste mi cabeza. Me transformaste en mi peor versión. 

Me encantaría poder pensar que seré la última, pero sé que como yo hubo y habrá varias. 

Te dejo esta carta de despedida, Ana, te dejo mis suspiros, mi alma y mis huesos. 

Saludos,

Iara