Cinco de la tarde  
tocaba la viola como un desaforado en el sucucho  
de Ventura. Tocaba tirado en esas arcadas llenas  
de inmundicia, lleno de bohemia y de olor a meo.  


¿Quién osa 

ponerse saco y pantalones 

oxford todavía, en plena 

dictadura del chupín? Tanguito 

tocaba la canción de su generación a pocos  
    pasos 

pasaba con mi mujer y mi bebé, arrastrando el carrito  
del Bienestar y el Progreso con la indiferencia del hombre  
de negocios, tapando “huele a espíritu adolescente”  
el odioso ruido de unas ruedas plásticas. ¡Qué 

careta! ¿En qué momento te convertís en el hombre
que pasea un carro con un niño adentro y bolsas y más 

bolsas de compras en el buche, impecable, sin olor 

a vino? El sueño estereotipado de tener una revista literaria y un 
cenáculo bardero, con colaboradores que mueran jóvenes y sin 
editar, ¿qué ha sido de él? ¿Cómo enloquecer
en grupo si apenas podías mantener 
una charla de más de dos? Dilapidar  
los años de bohemia. Envejecer sin 
haber curtido un mambo ge-
ne-ra-cio-
nal, oh . ¿Qué queda 
para los nietos? Lo siento 
por ustedes, mis herederos
sin historia.