Dos poemas de Catulo sobre Lesbia y un gorrión. 

II.

Passer, deliciae meae puellae,

quicum ludere, quem in sinu tenere,

cui primum digitum dare appetenti

et acris solet incitare morsus,

cum desiderio meo nitenti

carum nescio quid lubet iocari

et solaciolum sui doloris,

credo ut tum gravis acquiescat ardor:

tecum ludere sicut ipsa possem

et tristis animi levare curas!

                                                                                

2

Pajarito, tesoro de mi niña,

con quien suele jugar, a quien suele tener en su pecho,

a quien ella le ofrece la punta de sus dedos cuando se acerca

y este le responde con picotazos cortantes:

cuando a ella – que es mi deseo intenso –

le gusta divertirse con lo que quiere 

y se entretiene con la sanación de su propia herida,

creo, en ese momento, que el inmenso fuego se calma.

¡cómo me gustaría poder jugar con vos como hace ella

y aliviar las preocupaciones más tristes de mi alma!

                      

III

Lugete, o Veneres Cupidinesque,

et quantum est hominum venustiorum:

passer mortuus est meae puellae,

passer, deliciae meae puellae,

quem plus illa oculis suis amabat.

nam mellitus erat suamque norat

ipsam tam bene quam puella matrem,

nec sese a gremio illius movebat,

sed circumsiliens modo huc modo illuc

ad solam dominam usque pipiabat.

qui nunc it per iter tenebricosum

illuc, unde negant redire quemquam.

at vobis male sit, malae tenebrae

Orci, quae omnia bella devoratis:

tam bellum mihi passerem abstulistis

o factum male! o miselle passer!

tua nunc opera meae puellae

flendo turgiduli rubent ocelli.

                     

3

Lloren todos ustedes: Venus, Cupidos y

todos los hombres de los más sensibles.

El pajarito de mi linda se murió.

Sí, el pajarito, el tesorito de mi linda,

el que amaba más que a sus propios ojos.

El que adoraba porque era de miel y la había conocido

tan pero tan bien, como una hija a su madre.

El que nunca se movía de su regazo,

sino que, mientras giraba cerca de acá para allá,

le cantaba todo el tiempo a su dueña.

Ahora él va por el camino oscuro

hacia un lugar del cual nunca le permitirán volver.

Que el mal esté en ustedes, sombras terribles del Orco

que devoran todas las cosas hermosas:

Me robaron este pájaro hermosísimo,

¡qué cosa horrible! ¡pobre pajarito!

Ahora, por culpa tuya, los ojitos de mi linda

se hinchan y se enrojecen cuando llora.