Hoy, estos límites de terreno, paredes y una puerta, son todo el panorama mientras que, afuera, monstruo invisible mata selectivamente y parece tener omnipresencia de un dios.

¿Qué nos queda? Primero, tratar de replicar nuestra vida anterior dentro de la casa: living como gimnasio, escritorio como oficina, comedor como bar, sillón como sala de conferencias… Todo es inútil, frustrante; en este punto, inicia un proceso profundo, a veces doloroso e inevitable: introspección.

Verse a uno mismo bajo la lámpara, detalles por aquí, errores por todas partes, aquella vez que en 2010 dije eso y que idiota fui. Poco vemos los logros, inexplicablemente estamos adentro y miramos todavía más adentro ¿Ahora qué?

Arte, dispersión, expresión del alma que sale disparada en diferentes disciplinas.

Sangran mis paredes con vibrantes palabras rojas. Duelen pasados, arden recuerdos y las inquietudes del hoy nacen de ese torbellino temporal que apunta a un futuro incierto ¿Habrá futuro? ¿Y si muero? Todos vamos a partir, esa es la única seguridad, el virus es una variante que no estaba en el plan de nadie, pero no merece tanto protagonismo.

¿Para dónde apunto yo? Si mañana hay encierro y no sé qué hacer hoy. De amor no escribo, ni a mi me importan esas sensaciones si de golpe, siendo grande, me siento adolecer de nuevo planteándome quién soy y qué quiero (preguntas que las hago religiosamente todos los días). Las respuestas varían dependiendo de la dosis de motivación y así, tiemblan metas, caen imperios paradigmáticos y la moral, amiga de la imaginación, bailan en situaciones hipotéticas que tienen lugar sólo porque en estas paredes no sucede más que lo mío con el teclado todo el día. 

Libros van y vienen, muchos destinados al abandono, otros nuevo emblema de vida, otros lágrimas cristalinas de sueños rotos, otros vacíos de sentimientos y con flores aplastadas, muertas como el amor que las hizo regalos.

Legado, historia para un futuro: «yo en 2020…», que ridículo suena, poco heroico contar que nos escapábamos para tomar algo juntos, peligrando la salud propia y la ajena, marcas de sol en forma de barbijo y cumpleaños en soledad.

Media población sigue como si nada, la otra mitad se las da de poeta (me incluyo) dándole solemnes palabras a un encierro que nos remueve el alma y la mente, nos moviliza sin correr.

Cuando todo pase quedan las palabras, quedo yo puesta en este papel que me sirvió de confesionario.