I
Resulta que la Celeste anda a escondidas con el Caíto, y los dos son casados. Lo que el Caíto no sabe, y no sé si la Celeste sabe, es que su señora anda con el hermano de la Celeste, el Yamil. Bah, en realidá dicen que el Yamil y la Celeste no son hermanos de verdá porque son de distinto padre, y que el verdadero padre de la Celeste no es el padre de la Celeste sino que es don Pascual, el padre del Caíto. O sea que el Caíto y la Celeste son medio hermanos, y la verdá que medio se parecen, con esos rulos negros. Aunque don Pascual es medio rubión, asique no sé. Pasa que este pueblo es muy chico y todos nos conocemos. Yo por eso los fines de semana me voy a Bahía Blanca, aunque sea un rato al bingo.

II
No sea cosa que un día venga uno a arrastrarme el ala y después me diga mi abuela que era mi primo o algo. Porque acá es todo igual, es poca gente y las mismas casas hace mucho. No te das cuenta dónde estás porque siempre estás en el mismo lugar. Son tres manzanas, y eso que no están todas llenas de casas, y las casas que hay no están todas con gente. Algunos son ranchos nomás y en otras partes no hay nada, puro yuyo. También está el bosque de ucalitos y los bomberos. Los bomberos está siempre está vacío, hay bichos nomás. Lo mejor que puede pasar es que te entren un buen día a robar, porque esa es gente de afuera, no es de acá. Porque hay uno acá del pueblo que también es amigo de lo ajeno, pero siempre encontrás tu rastrillo o tu manguera en patio de él.

III
Todas las calles son de tierra apisonada y todas las casas del pueblo son iguales casi: tienen una virgen o un santito dibujado con azulejos en el porche, son oscuras adentro, a las baldosas les meten cera, hay patines y flores de plástico. Los muchachitos (que casi no hay) están sucios y callados mirando la tele y los padres no están. Si hay una señora medio grande de edá seguro que está haciendo manualidades. Todas las manualidades las enseña la misma vieja: espejos ovalados con un marco repujado de aluminio y payasos pintados con lágrima. Una vez mi tía la Beba hizo un payaso sin lágrima y la tipa, la Cuqui se llama, se ofendió porque dijo que no era artístico y le retiró la palabra.

IV
Siempre a la mañana hago dedo para ir a trabajar a la pollería. No me queda muy lejos pero está bueno hacer dedo porque hablás con las personas. Y tengo un amigo que nunca lo vi. O sea es un camionero que pasa por ahi en un once catorce blanco y me toca la bocina en la ruta, pero nunca paró ni me llevó. Una vez lo vi un poco, me parece que tenía una gorrita verde, pero no lo vi bien porque era a la tarde y me daba el sol. Yo digo que es mi amigo invisible ¿no? También a veces pasa de noche por la ruta y yo ya sé que es él porque me toca la bocina. Otro pibe con el mismo camión no puede ser, porque este siempre toca igual. Y el camión es el mismo, yo ya le tengo la patente.

V
Vinieron al pueblo unos con sombrero y con unos overoles azules que eran de jeová y no se qué y no tenían luz, nomás velas. Se metieron en un baldío grande, como de cinco cuadras de ancho, que para mí era del padre del Eleuterio cuando se murió. Para mí que se metieron de prepo. Decían que eran de una religión que era amish, o parecido y hacían queso, iban en carro toda la tarde y lo vendían en la ruta y en Bahía. Y bueno, no te hablaban ni nada, a gatas decían buendía. El del boliche del pueblo, el Albo, se enojó porque no saludaban me acuerdo, pero ese era borracho. Yo de chica me quería hacer de la religión que ellos tenían, irme a vivir al baldío con ellos, porque todos tenían esposas y todos hijos así muy rubios y no trabajaban. Pero no pude porque no te hablaban. Igual mi abuela dice que eran jipis.