(Lectura de “Moebius” de Kim Ki-duc con muchos links)

Ahora que se puso de moda, parece oportuno especular sobre un cine hecho en Korea que sea más profundo, más original, menos parasitario que lo que está de moda. No se dice una sola palabra en esta cinta (Moebius), y eso que no es del período mudo, es del 2013. Hay otra peli en la que se habla poco, que también cruza psicoanálisis con cristianismo y pasión con represión, y que también escandalizó en su momento. Es Teorema, de Pasolini. Pero, en contraste con Moebius, Teorema pone lo trágico en los pequeños momentos cotidianos, y la represión en Moebius aparece por defecto.

Lo que hay aquí nos pasa a todos todos los días. “¿Lo qué?” dirás. “No es cierto, no todos los días tenemos madres que cortan con un cuchillo la chota de su hijo adolescente”. Digo que casi toda la problemática edípica (es decir, el sentido de la familia nuclear occidental), atravesada por la interpretación posible del psicoanálisis, es exhibida aquí de manera literal, obscena.

Sí señores, la madre se quiere cojer al hijo y el hijo a la madre, el adulterio es una forma de castración, todos queremos bajarle los pantalones al pibe una y otra vez, parece que las almaceneras que muestran el culito pueden alcanzar con una escalera las latas de arvejas pero nunca alcanzarán el amor, la sumisión es la forma en que el sumiso se vuelve amo, no hay manera de concebir el placer sin el dolor, el deseo nunca se detiene, etc.

La palabra clave es “obscena”. Porque todo parece en “Moebius” no mediado, no simbolizado (¡no hablado!, caramba), crudo. Como si fuera un ejercicio exagerado de coqueteo constante con lo “real”, con la muerte misma. Todos: el hijo, el padre, la madre, la amante (incluso el espectador) podrían abandonar la escena en cualquier momento si tuvieran algo de pudor, pero no lo hacen. Tienen la inverosímil obligación de quedarse allí. Esa obligación es inverosímil para la trama, pero no para el inconciente: el inconciente se queda ahí porque no tiene historia.

También es obsceno que Edipo se arranque los ojos con el prendedor de la mamá y que se la coja, es obsceno como el inconciente cuando Tiresias le dice que abandone la escena y Edipo se queda ahí. La tragedia dice que lo humano tiene un límite. Seguro que ese límite es la muerte, pero también es cualquiera otra cosa que duele mortalmente y que no es posible entender ni evitar. El borde de pelis como esta es el didactismo, claro. Pero la cosa se defiende, porque como el tipo sabe filmar, siempre parece más historietístico que didáctico.

Lo que salva el asunto es que no tiene disculpas. Moebius no es como Nynphomaniac de Lars Von Trier, en la que todo el tiempo se hacen comparaciones redundantes con la pesca para justificar y ablandar soporíferamente lo que pudiera ser sexualmente explícito. Cuando Kim Ki-duc pone anzuelos en una peli no son gratis, se pagan con sangre.

“No estamos libres del deseo físico durante toda nuestra vida. Y por eso nos torturamos, maltratamos a otros o nos maltratamos a nosotros mismos. Y en medio de todo eso están los genitales”, dice el autor. El budismo pretende lo contrario: que -disciplina, sistema moral y conocimiento mediante- es posible librarse del deseo y, por lo tanto, del sufrimiento que este necesariamente implica. En tal sentido, Kim Ki-duc cuestiona básicamente el budismo propio de su cultura casi con las misas ideas con que lo hace Zizek. Por eso el fotograma que encabeza estas notas.

Al contrario, hay en las películas de Kim Ki-duc el ejercicio de la moral cristiana. Es decir: hay la posibilidad del ejercicio de una moral cristiana que podrían jugar los personajes si tuvieran suficiente cultura cristiana. Podrían ejercer la culpa, el perdón, la consecuente redención y “mejorar las cosas”, el guionista suele dejar las tramas al borde de eso. Pero no sucede, o no sucede del todo.

Lejos de la pornografia, Moebius explicita violaciones, otras violencias, sadomasoquismo, exhibicionismo, incesto…, pero por cierto no es una cinta para calenturientos. Es probable que el asco que produce cierto contacto con lo atávico te la baje. Kim Ki-duc va a castrarte a fuerza de revolear por los aires a esas chinas tan lindas que siempre están en bombacha. Te va a decir que estabas soñando, que todos estamos casi muertos, y te vas a pegar un tiro en las bolas.

Ps: hay por lo menos dos referencias literarias muy explícitas en la peli, vos verás.