Pregunté a mi hijo,

si ha jugado en el cole.

-No, no me invitarón.

-¿Y no te duele?

-Ya estoy acostumbrado.

 Su respuesta y es mia.

Quedó con tristeza asumida,

con lagrimas brotando,

sus bellas pestañas pensando.

ME VI EN  ÉL

Con esta maldita respuesta.

El maltrato normalizado,

habitual y cotidiano.

Nuestros llantos.

Nuestras voces.

Nuestros ahogos.

Nuestros silencios.

 Reprimiendo gotas

que fluyen,

sin quejidos.

Estamos acostumbrados.

Masticando verdades

que llegán.

Que nuestros

engranajes dañados.

Que nuestras condiciones

se modificarón.

que usaremos cartelitos

para no golpearnos,

para no olvidarnos.

Con secretarios varios.

Cerramos un círculo

enrejado.

¿Dónde nos convertimos

en los malos?

Ser nosotros los rechazados.

Decimos basta de

normalizar

los malos tratos.

Nuestro grito es basta,

porque nos duele.

Basta

Basta de acostumbrarnos

a que nos maltraten.