Gabo Ferro. Del Recetario panorámico elemental fantástico y neumático (Ciclo 3 Ediciones, 2015)
 
 
III
 
Trozar aceites perfumados en cuartos o en mitades
Colar el cerdo en partes desiguales sobre un velo de novia
Subirlo todo a un árbol
Diluir el enigma que se forma en la nata durante siete días sin sus noches salvo que no haya luna. La luna da un color que proyecta y amarga el sabor terciopelo
Medir el calor con la palma del pie, con los ojos cerrados
Subir el frío
Colocar como los relojeros una mora en la morera y una manzana verde con los perros afuera
Olvidar los ingratos
Sacudir a los cuervos lo que dure media medianoche
Endulzar con una miel cualquiera
Mirar tres puntos en la arena
Toda la masa turbia irá así al cuero
Coserla sin aguja y asar en la tormenta
 
 
XXVII
 
Suelte los gallineros sin las aves
Arme un horno de barro por fuera de la pluma
Venza la timidez de los desnudos, use el rubor para adobar el cuero
Destrone un huevo
Si es mujer sin marido apadrine un tomate, si es viuda sólo arroje el duelo o la mantilla al aire o a la sopa
Desvista de sombreros y coronas las garras y los picos
Conserve el músculo y los ojos, deseche de inmediato su mirada para un sutil veneno para ratas
Haga pesto del fuego, del vuelo y del recuerdo
Gire y haga girar dos mundos; uno durara un sol, el otro doce
Sí enferma que se coma sin la piel
No habrá visita
 
 
XXIX
 
Poner todo a pudrir, pudrirlo todo
Si no se pudre sólo, o no es posible, pudrirlo con ayuda de los monos pero pudrirlo todo
Hacer yogur de los camastros, del azul y del rojo, de las imágenes, de todas las imágenes, hasta de los grabados milagrosos, de la luz, del papel, del arte, de la poda, del arrebato y del Japón
Hacer queso de las visitas recurrentes, de los juguetes y juegos de los niños, de los árboles rastreros, de las picas, de las repitencias y de las recurrencias
Hacer hongos que fermenten las cunas y las máquinas hasta que se luditen las matronas del puerto y las del campo
Cultivar la saliva en cada celda de todos los panales y paneles de cada biblioteca
Aflorar en la flor del intestino
Pudrir que es transformar, hacer un cuajo viejo sano sabio de la casa y las cosas por un camino extraño de un modo extraordinario, fermentado
Para que bien resulte, que siempre algo se pudra en cada cuerpo y bien adentro y cerca de la casa
 
 
XLIX
 
Si un plato va a la infancia quitarlo del menú
Montarlo en la memoria
Ser discreto al pasarlo
Se aturden los sabores con las cosas
Cuando el sabor perdido reaparece y hay presente y pasado visitado en un bocado simple la cabeza hace apenas lo que puede, casi nada
Estallan las señales en picada entre caras y cuerpos y bestias y partidas y blanco y bienvenidas y una carta de amor encontrada y perdida en infinito y un viaje en barco y especias de otros puertos y otras puertas y vecinos y manos enguantadas en mesadas extrañas y manteles y sogas entrenudos anudadas y gritos de las bestias, piares y corridas y cuchillos y desplumes y risas, risotadas y jugos que revientan al fin en una sola mueca descompuesta, turbada
¿Dónde quedan los ojos?
¿A qué altura?
Y al fin vendrá ese abrazo delicado
y ese trozo de pan, el del regreso
Aunque pague con oros y laureles, si el comensal no sirve para el viaje, no cocine este plato, ni trate, ni lo intente
 
 
LII
 
Que nadie se acerque a la cocina si no tiene un secreto
Todo vale
Un ingrediente, una muerte, una pasión opaca deslumbrante, una tensión, una memoria, una voz, un planeta guardado, un robo, un asalto, una canción, una historia aberrante, un silencio, un escondite, un plato o un amor
La masa lo percibe
Quien no tenga un secreto que ni apile la leña, ni corra las cortinas, ni se acerque al calor
 
 
LXXVII
 
Regular a los otros en la literatura
Corregir lo inofensivo como en otra dimensión y con ceguera
Tomar lo que nos quede a tiro de la mano aunque no esté
Cavar toda la línea hasta que llegue su sentido y el dulce alrededor y así de pronto a plomo cada fruta se hará un guante, uno solo
Ocurrirá el poema mientras buscamos el par en lo perdido
 
 
XCV
 
Las cosas ya no son su superficie
El celo ha vuelto más hermosa a la bestia
La granja se derrama al universo
Se deflagran las leches y los jugos
Todo es montura y monte
Condena la hermosura
Los colores se cubren, se destapan, arden, se decoloran, se destiñen, se arrecian, aúlla la lamida fundida en el encaje, en la invasión, en encomiarse al músculo que no estuvimos, quedamos mientras dura, no seremos tal vez ya nunca más
¿Quién sabe?
Los charcos de tan blanco y de colores
El negro se ha escondido en el invierno, le han robado las noches y la siesta
Arden los cementerios, se desploman las lápidas y hasta los mausoleos, los gatos y los perros se derrumban
Los árboles que enmarcan de colores al ahorcado que artista es picoteado por chimangos
Novias de telaraña, amantes descubiertos en pregunta y ceniza
¿Cómo somos de libres?
¿Hasta dónde me dejo?
¿Me permito hasta dónde?
A cada cual su incendio, su propia fantasía que aunque el guante parezca universal, cada pieza encajará y encaja sin más en su medida
 
 
CXXX
 
Ya comenzó hace tiempo
Vamos temprano y tarde, la astilla ya está hecha
Apuremos los fuegos. Hay tanto que cantar cuando abrimos los brazos y tan poco cuando los encerramos
Armemos panoramas, una mesa paisaje para los que regresen
Un jugo tan brutal que haga salir serpientes de los nidos y de las madrigueras
El aire como carne
El fuego va por fuera
Soltarse de lo dolido y lo que duela. Es tiempo de confianza y de alegría
Desatarse al precipicio de la siesta
 
 
CXXXII
 
Despotricar
Sacarse los caballos del encima de uno
Durar sin dar un golpe en esa mansitud de la montura
Con todo lo de afuera inundado de adentro sin la violencia propia de la cabalgadura
Casi puro latido entre los fardos
Apenas, invisible y entre sueños
Paciente, indiferente, insensible, neutral, conforme, satisfecho
Sin crin y sin historia, sin libertad, sin viento, sin espuma
Un comadreo, un aire que no puede acoplarse a ningún viento, un agravio, un gesto imperceptible, una ofensa, una gota de leche, un ultraje a cada músculo del cuerpo, un renegar de la belleza de la fuerza, un sacrilegio, una alabanza a nadie para nada, una sorda implosión de una bestia impalpable a un paso de pasarse a los olvidos
 
 
CLXV
 
Intentar no olvidarse pues olvidar contagia
Una papa, cebolla, una montaña
Te verde, rojo y negro
Carne de fruta, piel, pudrir la leche para que se haga el cuajo y la cuajada
Montar a contrapelo de los ciervos para traer el agua
Controlar que se acopien los hambres hasta el salto
Advertir con ganas y cuidado la basura, no el desperdicio amable, la basura. La basura que espanta, esa va en otro mundo, lejísimo muy siempre, puntualmente
 
 
 
CLXII
 
Cartonear por la gramática y por el universo
que si nos hacen ricos, si nos hacen bien hechos,
ya no tendremos que tirar a la olla
 
 
CLXVII
 
No aceptar
Quedar tozudamente en suspensión
No ir
Ejercer abandono
Tomar aire
Exhalar siendo ausente
No estar en las estrellas, ni arriba del después ni en los cipreses
No levantar la mano
No haber sido pudiendo haber estado
Practicar lo invisible como el aire virtuoso sin lugar en su sitio
No comentar
Refractario, inhallable, como un pimpollo eterno o como una semilla
Cultivar lo no dicho como nadie jamás
Ejercitar el silencio sin entrar
No contemplar
Profesar la mirada, la pausa, el equilibrio mejor que en el desmayo
Negar la superficie, lo profundo, el contraste, la pasión de los goznes y todo lo que guarden las alturas
La araña alada arrasará la casa
Un momento
¿Qué pasó?
¿Qué pasa?
Recuperarse lento a conmoverse
Volver a deletrearse cuando sea, muy despacio, como los silabarios, acompasadamente
 
 
CLXXIII
 
Algo ha muerto y a la vez agoniza más allá del lenguaje
Desde la orilla se oye tan claramente
Entender va quedando tan lejos del sentido
Algo se filtra entre el ruido de la lengua salpicando en la cueva
Nos armamos un nombre en nuestro nombre, en la urdimbre del habla y en su falta
Armamos con el síntoma lo que quieren decirnos
Somos buenos porque intentamos entenderlos
Cuando se nos escurra la voluntad del Bien y de lo bueno que orbita entre nosotros, no se entenderá nada.