Cuando se escucha decir murió de cáncer, todo lo que desata en una familia, queda oculto ante los demás.

Pues este señor quiso visitarnos, de nombre linfoma, de apellido no Hodgkin, a acompañar los días de mi madre, quien formo una alianza con sus tres hijas, Fuimos tres mujeres conociendo al nuevo de la Ma, este ocupante se alojó en Ella, nuestro centro, no entendíamos que pasaba. ¿cómo es posible que llegue un intruso a la vida de una buena persona, que se cuida en su salud, que hace yoga, se alimenta bien, no comete excesos, tan creyente? Un gran sacudón comprender.

Comenzó la carrera de médicos, opiniones ¿qué hacemos? ¿Dónde vamos?

Pronto nos dimos cuenta que este señor sería un enemigo poderoso, y comenzaba una batalla, como en cada contienda, aparece el rol de capitán, que además de dirigir, organizar y lidiar con las burocracias de trámites tediosos y de conseguir la medicación.

Mi madre quedó apagada, aturdida, una mirada vagabunda, la cual me enojaba mucho, en el comienzo, la hermana mayora, que es como nos nombramos cariñosamente, eligió el mando, con indicaciones precisas en un cuaderno, el cuál pactamos quemarlo cuando todo pasara. Miércoles llevar receta a las diez. la menor, Jueves llamar al doctor la del medio, Ir a ver si aprobaron el medicamento, buscar el mismo, Viernes quimio la mayora, semana siguiente y consecuencias la mayora, vuelta a casa, cocinar, cuidados la del medio y menora,

Un suceso de eventos, internaciones, todo quedaba registrado en el cuadernito y nuestras vivencias cotidianas, convencidas de vencerlo al intruso.

Arremetimos con todo, desbordes emocionales, discusiones, culpas, llantos, desacuerdos, acuerdos, la unión fue la insistencia, la Ma era la unión, nuestro centro, tanteábamos de vez en cuando nuestra vida individual agobiadas, con el paso del tratamiento.

Ganábamos parecía, volvía su sonrisa, sus fideos, su cabello, su color, sus peleas por descubrir, cuál de las tres se llevó su cuenco de madera, para el tuco de sus fideos.

Claro que el intruso solo nos engañó con su inteligencia, nada se pudo hacer, comenzó a crecer una pelota sobre su cuello que todo sus despertar le recordaba, que debía partir, ya no quiso pelear mas, dijo “ya estoy preparada” nosotras no.

Con tristezas, llegamos al día de juntar sus pertenencias, contrariamente nos sorprendimos riéndonos, en cada prenda u objeto querido, en cada recuerdo, cada anécdota que nos llevaba a lo íntimo, que como hermas vivimos, todas mujeres nos desarrollamos a su amparo, en cada nacimiento de sus nietos, cumpleaños y su bendecido diciembre, nadie podía faltar.

La Mayora la del medio y la menora guardó para sí, lo que significaba la Ma, sus plantas, su amor al campo, sus acciones en silencio visitando geriátricos, brindándoles su presencia, sus charlas.

La casa tiene su vida, su espíritu en nosotras que tenemos su llave.

Nuestra Ma amiga de todos/as, conciliadora, confidente, peluquera, sin prejuicios, un ser amable, el intruso no gano, ella continua presente, en esa unión que siempre sello.

¡Ya voy Ma!